Texto e ilustraciones: Eleonora Figueroa Huitrón

Hace poco vi el final de una película mexicana de los 80’s, de un cineasta ganador de un Ariel y reconocido hasta su muerte. No deseo nombrarla, pues sería un arma de doble filo darle mayor atención. En dicha escena se cometen dos violaciones y más actos de violencia. Lloré después de verla, sentía ganas de vomitar.

¿Cuánto de lo que vemos en pantalla se reproduce en la sociedad? ¿Cuánto de la realidad es peor que la ficción? ¿Por qué hay creaciones de hombres tan asquerosamente hechas sin un ápice de empatía y, en cambio, tantas obras de mujeres que se perdieron o nunca llegaron a crearse gracias al pinche falocentrismo?

Les cuento algo que ocurrió hace aproximadamente un año, cuando escribía y tallereaba un guion que, en un principio, no trataba la violencia de género, pero hacía mención a los feminicidios en el final. Otro compañero hizo una historia donde un hombre asesinaba a su mujer mientras se hacía pasar por aliado.

Entonces pensé en la diferencia que suele existir al retratar la violencia de género entre un hombre y una mujer: mi historia terminaba con el abrazo de una madre al ver que su hija regresaba a salvo a casa, la de él con un hombre matando a golpes a su mujer.

Para colmo, quien nos tallereaba soltó la pregunta (sin pensar): “¿Qué, están de moda los feminicidios?”. Dejé el taller, por supuesto.

¿Desde dónde construimos nuestras narrativas y cuáles estarán por venir? ¿Qué elegimos ver, apoyar, reafirmar, hacer?

Como creadores, le debemos un tratamiento adecuado a cada situación con respeto y empatía. Una obra no está completa sin un receptor de la misma; sean nuestros propios ojos o los de alguien más, lo creado nos impactará de alguna manera. Digamos, por ejemplo, que escribo sobre un asesinato. ¿Escribiría lo mismo si se tratara de una vivencia cercana? ¿O el alejamiento de la situación me llevará a reproducir lugares poco sensibles en búsqueda de lo “choqueante”? No se trata de autocensurarse, sino de cuestionar desde la empatía cada decisión que tomamos al momento de crear.

Como espectadores, debemos consumir y exigir otro tipo de narrativas. Leer, escuchar y ver más cosas hechas por mujeres y disidencias. El panorama no ha estado completo desde que nos falta más de una perspectiva. Siempre presentes, pero no siempre escuchadas, nuestras voces resuenan a través de ecos generacionales.

Tienen y tenemos una deuda histórica con nosotras.

El futuro es nuestro y no pedimos permiso a nadie.

 

 

Eleonora Figueroa Huitrón

“Ele” para les cuates. Hispanista y cinéfila jugando seriamente a ser cineasta.