La muerte no distingue al rico del pobre, al originario del foráneo, ni al hombre de la mujer. Todos acabaremos ahí, a su lado. 

Sin embargo, en el mundo de los vivos, algunas muertes importan más que otras. Sea por el poder que los ahora difuntos tuvieron, por las pasiones que despertaron o por el reconocimiento que se ganaron. 

En esta ocasión, con motivo del Día de Muertos, retomaremos 5 figuras originarias de Aguascalientes, hombres que pasaron a la historia y que en la actualidad son símbolo de identidad para los hidrocálidos.

Para quienes crecimos allá, es imposible no conocer estos nombres, los vemos y oímos en todas partes. “La calavera garbancera” se encuentra a la entrada a Aguascalientes, viniendo de la carretera de Ciudad de México. “El gallero” permanece en la salida a Zacatecas. La anécdota del arquitecto sin título que construyó el Templo de San Antonio es conocida por todos. Las estatuas de Contreras yacen ahora en un bonito recinto en el centro. 

Bajemos del pedestal a estos personajes y (re) conozcámoslos como seres de carne y hueso, que la fama no siempre los acompaño.

No hay una sola forma de ser un hidrocálido ilustre, a veces se viaja a la capital en busca de formación y proyección, como en la mayoría de estos casos. Otras veces se viene de fuera para dejar una marca imborrable.

Y hay que decir también, que muchos otros casos, que no abordamos aquí, decidieron quedarse, o salir para después volver, y concentrar todo el trabajo en la comunidad. ¿Cuántos nombres no recordamos porque no fueron escritos? ¿Por qué los nombres ilustres sólo son hombres? Nos queda pendiente investigar y difundir esas otras vidas.

Hoy hablaremos, además de las muertes, de algunos de los ahora lugares de residencia de estos ilustres hidrocálidos:

Probar suerte fuera de Aguas: Posada 

(2 de febrero 1852 – 20 de enero 1913)

José Guadalupe Posada, quizá el aguascalentense más famoso,  pasó sus primeros 20 años en esta ciudad. 

A los quince años ingresó a la Academia Municipal de Dibujo y poco después comenzó a trabajar también en el taller de José Trinidad Pedroza, con quien se mudó a León, Guanajuato en 1872 . Ahí Posada abrió su propio taller, además consiguió empleo como profesor de litografía y colaboró con varios periódicos de la ciudad.

En 1888 se muda a la Ciudad de México e instala un taller en la calle de Santa Teresa, posteriormente lo mueve a Santa Inés (calle Moneda). Se integra como dibujante editorial en el taller de Antonio Vanegas Arroyo. Trabajó también para revistas independientes como “Argos”, “La Patria”, “El Ahuizote”, “El hijo de Ahuizote”. Colaboró con el periódico “Gil Blas” de orientación popular.

Increíblemente, Posada murió en la pobreza a los 61 años. Fue enterrada en una fosa común del Panteón Dolores, en la capital. Su gran reconocimiento vino hasta después, cuando Diego Rivera y otros artistas de su generación lo redescubrieron. 

Llegar a la capital por azar y quedarse en ella por decisión: Saturnino 

(9 de julio de 1887 – 8 de octubre de 1918)

Saturnino Herrán nació y creció en Aguascalientes. A los quince años su familia se mudó a la Ciudad de México debido a que su papá fue llamado a ocupar un puesto como diputado suplente. 

En 1904 logró ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Al poco tiempo la muerte de su padre lo llevó a convertirse en el sostén de su familia, que decidió quedarse en la capital en busca de mejor suerte económica y para que Saturnino pudiera continuar sus estudios. 

Perteneció a un grupo del Ateneo de la Juventud, copió los frescos de Teotihuacan para Manuel Gamio y participó en exposiciones artísticas. Realizó ilustraciones y viñetas para libros y revistas, pasó de ser alumno a profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Su taller estaba ubicado en la calle de Mesones.

En 1916 enfermó y murió a causa una cirugía mal realizada en 1918. En vida no pudo realizar una exposición de su obra individual, sus amigos le organizaron una en homenaje a los pocos meses de su muerte. Sus restos descansan en el Panteón Español, en la Ciudad México.

Un pie en el nido y otro en el sueño: Contreras 

(20 de enero de 1866 – 13 de julio de 1903)

Este personaje pasó sus primeros años en Aguascalientes. Sus aprendizajes técnicos en la escultura y las artes en general los obtuvo de su familia y de sus profesores. 

Cuando tenía quince años, su padre, militar de profesión, recibió órdenes de prestar sus servicios en la Ciudad de México por lo que la familia se mudó. Al poco tiempo consiguió una beca para ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes. 

Vivir en la capital no le impidió continuar en contacto con Aguascalientes, llegó a participar en diversos certámenes del estado.

Este vínculo con Aguascalientes le ganó el reconocimiento y el apoyo por parte de las autoridades y la prensa locales. Llegando al nivel de que el estado pagará la mitad de su primer viaje formativo a Europa. En 1889 realizó los altorrelieves de los dioses y reyes del Pabellón Azteca que presentó México en la Exposición Universal de ese año.

Se casó en Aguascalientes pero continuó residiendo en la Ciudad de México. Aunque fue adquiriendo mayor proyección, no dejó de participar en certámenes hidrocálidos.

En la Exposición Universal de París de 1900 recibió el Grand Prix de escultura. A su muerte, su féretro recibió un cortejo fúnebre y se le enterró en el Panteón Francés. En 2016 sus restos se trasladaron al Museo de Aguascalientes, en donde descansan en el jardín del recinto.

Más allá de un estado, ciudadano de la patria: Ledesma

(30 de mayo de 1900 – 26 de agosto de 1983)

Gabriel Fernández Ledesma, como los anteriores, pasó su infancia en Aguascalientes. En 1915  junto con su amigo Francisco Díaz de Léon fundó el Círculo de Artistas Independientes, grupo organizador de exposiciones plásticas, dándose a conocer en el estado. 

A los 17 años recibió una beca del gobierno de Aguascalientes para asistir a la Escuela Nacional de Bellas Artes. En la capital, trabajó como ayudante de calígrafo y delineante de planos de propiedades agrícolas. En la década de 1920 fue comisionado por José Vasconcelos para crear diseños de nuevas baldosas para la iglesia del antiguo monasterio de San Pedro y San Pablo, hoy Museo de las Constituciones. 

En 1924 comenzó un taller de impresión para promover el desarrollo del grabado en México. Fundó la Escuela Libre de Escultura y Talla Directa, y el Centro Popular de Arte en San Pablo, guió a muchos jóvenes con vocación artística y exhibió sus obras en la Feria Mundial de Sevilla en 1929. 

Fue uno de los fundadores del movimiento ¡30-30!, grupo hostil al mundo académico del arte que demandaba cambios en la enseñanza del arte. Falleció a los 83 años en la Ciudad de México, dejando una trayectoria artística y pública muy completa.

Alma del Bajío: Reyes

(2 de septiembre de 1862 – 3 de febrero de 1943)

El último personaje de nuestra lista no es hidrocálido de nacimiento; Refugio Reyes nació y vivió sus primeros años en Zacatecas. Provenía de una familia humilde. Recibió sus primeros estudios tras acercarse al convento franciscano del municipio de Guadalupe, Zac. Ahí, los frailes le ayudaron a convencer a sus padres de continuar con su educación, consiguiéndole trabajo como ayudante de albañilería.

A los 16 años participó como peón en la decoración de la capilla Nápoles. De ahí siguió en diversas obras, entre ellas la del Ferrocarril Central Mexicano y en 1886 la Torre de Reloj del Templo de Guadalupe, en Zacatecas. 

Los franciscanos, éstos, satisfechos con su trabajo, lo recomendaron en Aguascalientes. En 1895 inició la obra del Templo de San Antonio, posteriormente el de la Purísima, para entonces ya residía en el estado precisamente para terminar estos trabajos. 

De 1916 a 1924 fungió como director de obras públicas del estado. Con este encargo continúo realizando obras arquitectónicas que ahora son emblemáticas de la ciudad. A causa de su falta de título mantuvo un ingreso bajo y un estilo de vida modesto. Aunque residió en Aguascalientes, su trabajo se desarrolló también en Zacatecas y Jalisco. 

Sus restos descansan en el Panteón de la Cruz en Aguascalientes. En 1985 recibió el título póstumo de arquitecto por parte de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, también fue inscrito postmortem como miembro distinguido en el Colegio de Arquitectos de Zacatecas. 

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Muchas de estas grandes figuras no lo fueron sino hasta después de su muerte, cuando sus obras y biografías fueron retomadas para ser bandera representativa de Aguascalientes. Sus obras, como gran parte de su vida, se encuentran fuera de la tierra donde nacieron y que se enorgullece de su recuerdo. 

Con este texto no acabamos de reflexionar estos tópicos que rondan en nuestras mentes; la relación entre la ciudad de Aguascalientes con la de México, los referentes identitarios de ambos lugares y las reflexiones que entre ellas es posible intercambiar.

Susana Colin y Humberto García

Imágenes

Imagen 1: La ofrenda, óleo sobre tela, 1913

Imagen 2: Posada frente a su taller de grabado, foto de alrededor de 1900

Imagen 3: La calavera de Don Quijote, grabado

Imagen 4: Autorretrato, dibujo al carbón sobre papel, 1918

Imagen 5: Nuestros dioses antiguos, óleo sobre tela, 1916

magen 6: Retrato fotográfico de Jesús F. Contreras

Imagen 7: Malgré tout, escultura en mármol, foto de AlejandroLinaresGarcia [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)]

Imagen 8: Gabriel Fernández Ledesma, retrato fotográfico

Imagen 9: Escultura y talla directa, grabado en madera, 1928

Imagen 10: Fotografía de Refugio Reyes

Imagen 11: Templo de San Antonio, fotografía de José Luis Tristán Espino, Creative Commons Genérica de Atribución/Compartir-Igual 3.0.