Texto: Luis Fernando Gallego Ramírez

¿Qué similitudes pueden existir entre el filósofo griego Diógenes “el perro” y un personaje típico de un pueblo de Colombia llamado Juan? Muchas más de las que imaginaríamos.

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Samaná es un municipio colombiano bañado por una multitud de ríos, donde el verde es uno de los colores que más sobresalen debido a que el lugar está rodeado por múltiples montañas; las lluvias constantes y las tormentas eléctricas también hacen parte de su paisaje. En Samaná se puede aplicar el dicho popular: pueblo pequeño infierno grande; ya que, en el pueblo, el chisme también es parte del entorno. Los lindos paisajes y la colaboración del pueblo Samaneño son manchados por las habladurías que en ocasiones acaban con las vidas de muchos de sus habitantes. El samaneño tiene la capacidad de ayudar a su coterráneo en apuros, pero también tiene la capacidad de destruirlo.

Haciendo un brinco en el tiempo y espacio, llegamos a Atenas, entre los años 400 y 323 a.C. Por las calles de esta ciudad griega caminaba un personaje llamado Diógenes de Sinope, conocido también como Diógenes “el perro”. Dicho remoquete se debió a la manera cómo vivía Diógenes, ya que ésta era similar a la de un perro. El calificativo de perro evoca ante todo ese franco impudor del animal; “el perro es muy poco gregario, es insolidario con los suyos y está dispuesto a traicionar a la especie canina y pasarse del lado de los humanos, si con ello obtiene ganancias; es agresivo y fiero, o fiel y cariñoso, vive junto a los hombres, pero mantiene sus hábitos naturales”, según las palabras del filósofo Carlos García Gual.

La forma en que vivía Diógenes dio vida a una escuela filosófica llamada escuela cínica, la cual predicaba más con gestos y a través de una actitud constante que con discursos y arengas. En su vuelta a la naturaleza encuentra en los animales sus modelos de conducta, hallando en el perro un buen ejemplo para un vivir despreocupado y sincero. Las pretensiones de la escuela cínica eran la denuncia de la inautenticidad de la respetabilidad social y sus supuestos que los demás aceptan por costumbres y comodidad más que por razonamiento. En una época de crisis ideológica y moral, se destacó Diógenes paseando por la plaza con su farol en pleno día en busca de un hombre.

Como se dijo anteriormente, la escuela cínica no enseñaba a través de discursos, por tal razón no se encuentra obra escrita de los filósofos que pertenecieron a ella, lo que se preserva son anécdotas o historias, en las cuales se evidencia el talante y enseñanzas de la escuela.

Una de las anécdotas más famosas de Diógenes, fue su encuentro con Alejandro Magno: «Alejandro caminaba por las calles de Grecia y de repente se encuentra con Diógenes al que le pregunta: “¿Qué quieres de mí?” Responde el indolente Diógenes sentado frente a su tinaja en tono tranquilo; “que te apartes un poco y no me quites el sol”». La enseñanza que se puede sacar del encuentro entre Diógenes y el rey, tiene que ver con la actitud que tuvo el llamado “perro” con Alejandro, pues como se puede observar no se inclinó ante éste sino todo lo contrario.

Otra anécdota en la cual se pueden evidenciar las enseñanzas de Diógenes, esta vez con relación a la comunidad cívica, es la siguiente: “solía entrar al teatro topándose con los que salían. Cuando le preguntaban por qué lo hacía contestó: “Es lo mismo que trato de hacer a lo largo de mi vida””. 

La vida misma de Diógenes era una enseñanza para los atenienses sobre cómo se podría llegar a la felicidad. En un primer momento en el encuentro con el rey se notó su poca admiración hacia los políticos, y en un segundo momento en el teatro, que él iba en contracorriente con la sociedad en la cual vivía.

Hasta este punto no se ha mencionado en ningún momento a Juan, o por qué se le considera un filósofo cínico. Antes de dar las razones por las cuales se cree que Juan es un seguidor de esta corriente, primero se quiere hablar un poco de la vida del personaje, su forma de vestir, hábitos, etc.

Al igual que en la Grecia de Diógenes, por las calles del municipio colombiano de Samaná deambulan diferentes personajes típicos, tal vez no enseñando con sus actos al estilo del filósofo, sino viviendo su vida sin importarles la comunidad. Uno de estos personajes es Juan, conocido popularmente como Juan “alambres”.

Juan es una persona relativamente joven, pues su edad oscila entre los 55 y 65 años. Su vestimenta está compuesta por un sombrero aguadeño, sus zapatos suelen estar sin cordones, sus camisas por lo general están desabotonadas en la parte de arriba, sus pantalones suelen estar sin correa dando imagen de un hombre descuidado con relación a su presentación personal. Su apodo Juan “alambres”, se debe a que siempre lleva en su mano alambres de varios tipos, los cuales son sus compañeros pues casi siempre se le ve hablándoles, o teniendo un diálogo con estos. Es normal verlo acostado en cualquier esquina del parque o en cualquier andén del pueblo.

Algunos fines de semana se ve a Juan abordando a comerciantes del pueblo para pedirles dinero prestado, paso seguido, él negocia con diferentes campesinos para comprar algunos productos especialmente limones y mandarinas. Al comprar estos productos a un precio justo, donde ganarán tanto Juan como el vendedor, se pasea por algunas de las tiendas ofreciendo los productos comprados. Después de vender las mercancías, va donde el prestamista inicial a cancelar el dinero pedido.

Las razones por cuales se cree que Juan es un filósofo cínico tienen que ver con su actitud, es decir con su forma de ser, de vestir y por sus diálogos con sus alambres, ya que su forma de vivir es digna, o representa la forma cínica, esto con relación a no tener lujos y andar vestido de una manera no elegante. Diógenes vestía con una única túnica, siendo sus compañeros una tinaja y los animales de la calle.

En cuanto a las enseñanzas de Juan, podría decirse que una de ellas son los diálogos que entabla con sus alambres, pues en un pueblo donde hablar mal del prójimo, o estar pendiente de la vida de los demás, que una persona solo se preocupe por su vida, y de hablar con sus alambres sería una enseñanza valiosa.

Otra actitud cínica en la vida de Juan, es su forma de vivir, ya que sin importar lo que digan los demás, él se acuesta en cualquier esquina del pueblo a hacer lo que más le importa: hablar y hablar con sus alambres. Hasta el día de hoy no se han escuchado claramente los diálogos que sostiene Juan con sus compañeros, y aquellas personas que lo han alcanzado a oír, dicen que los diálogos giran en torno a palabras inventadas por Juan, no solo son diálogos, sino que los alambres le enseñan el camino hacia guacas (tesoros). Una cosa sí es segura, de lo que ellos comentan o buscan no se destruye una vida, o se habla mal del prójimo. Diógenes iba contra corriente en su Atenas, Juan va en contracorriente en su Samaná.  

Luis Fernando Gallego Ramírez, licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas. Debido a mis gustos por el café, la lectura y observar lo que sucede a mi alrededor, intento tomar de esta realidad personajes típicos, con el fin de asociarlos con la filosofía. Citando a una de mis maestras, en el quehacer docente, intentamos enamorar a los estudiantes de la filosofía, por eso intento explicarla a través de la realidad.

Imagen principal: Diógenes sentado en su tinaja. Jean-Léon Gérôme (1860)/ Wikimedia
Imagen 2: Diógenes buscando hombres honestos. Cuadro atribuido a J. H. W. Tischbein (1780)/ Wikimedia
Imagen 3: Alejandro Magno visita a Diógenes en Corinto, por W. Matthews (1914)/ Wikimedia
Fotografías de Juan: William Fernando González