Puedo callarme para mirarte
escondiéndote entre pestañas.
Te pierdes sin hallarte,
hasta verte las espaldas.

En silencio y en oscuro vacilamos nuestras manos.
Tú me tomas frio y yo cálido, nuestras pieles
encontramos.
Para este olvido necesito anclarte
a ninguna parte donde te reencuentre cada martes.

Para perderte siempre,
sin querer siempre,
encuentro la forma de hallarte
sin fallida despedida.

Y nos encontramos de nuevo:
tú de blanco con sombrero, a veces usas huarache,
a veces usas cuero.
A veces yo estoy desnudo,
vulnerable, fetal.

A veces, pocas, solo pocas,
yo estoy desnudo pero aguerrido,
ensangrentado de mortajas tuyas.
Costras de ti escurren de mis poros,
me respiras en la cara y caigo muerto.

Otras veces, menos todavía, estoy desnudo
y tú también.
Soy espejo, somos reflejo sin lograr comprendernos.

Hoy, por ejemplo, me odiaste,
me aborreciste y me degollaste.
Poco a poco desmembraste mi piel,
mis pelos,
mis uñas,
mis huesos…
poco a poco.

Te vi, desnudo desgarrándome.
Me viste desnudo desgarrándote…

Puedo callarme para mirarte.
Mas aunque calle, he de mirarte,
y sin mirar, mirarte
sin mirar, mirarme.

 

 

La imágen principal es una pintura de Ismael Martínez

Chemsk

Una vez a los 10 quise ser director de cine. Así me duró el gusto hasta los 18. Hoy soy un restaurador de arte con un confuso origen en el exDistrito Federal, pero viviendo en todos lados.