Texto: Tejiendo Memoria
Ilustración: Carmin Ave

Entre mujeres hablamos de amor, claro que lo hacemos. En la secundaria platicábamos de los muchachos que nos gustaban, en la prepa nos acompañábamos para llorar las penas amorosas o para idealizar los amores platónicos. Todo esto referente a lo que entendíamos por amor: aquella incontrolable emoción que nos provocaba perder el suelo y el cielo por una persona, en específico, por un hombre. 

Las amigas formamos grupos donde nos acompañamos las penas y nos aconsejamos para conquistar amores… ¿Podríamos ser más que eso? ¿Podemos las mujeres reunirnos para derrumbar esas ideas que nos posicionaban como entes pasivos cuya única finalidad era gustar al sexo opuesto? Sí, esa es la historia de este círculo de mujeres. 

Todo comenzó hace un año con un llamado de Carmen; una historia en su instagram convocando a conformar un grupo femenino de reflexión sobre el amor. Asistimos una, dos, tres, cuatro veces para contar lo que nos dolía, lo que no nos cuadraba, las conclusiones y las dudas referentes a este tema. La charla, la comida, los chistes y el placer de sentirse comprendida dio luz a muchas ideas. ¿Qué implica amar en este mundo patriarcal siendo mujer? ¿Qué experiencias al respecto compartimos todas? ¿Cuánto hemos callado y cuánto hemos logrado contar a otras? 

La pandemia y su cuarentena detuvieron las actividades presenciales pero en agosto 3 de las integrantes retomamos las charlas en modalidad virtual. El círculo se convirtió en un espacio de diálogo profundo, de reconocimiento mutuo, de cuestionamiento y de acompañamiento amoroso. 

Pasamos semanas enteras reflexionando en torno a lo que algún día nos significó el amor y cómo podía renovarse ese paradigma amoroso. Hablamos de cuánto nos lastimaban aquellas nociones de amor romántico perfecto y heterosexual, reconocimos el trabajo que nos costaba salir de ahí, qué de esos paradigmas deseábamos conservar y qué desechar inmediatamente. Cada quien desde su historia y sus anhelos, parte de este proceso doloroso es reconocer que aunque hay cosas que no nos cuadren no nos es tan fácil huir de esos sitios.

Nociones rebeldes; algunas pinceladas

Pensar en el amor es atarte a las medidas de ellos, los hombres. O al menos eso era para nosotras antes de este círculo. Porque incluso al pensar en el amor hacia nuestras madres o hacia otras mujeres existía (y existe) la mediación de los deseos y prospectos de ellos  sobre cómo debe ser ese amor. Y a pesar de vivir cooptadas desde muy jóvenes (sino es que desde toda nuestra existencia) por las ideas románticas y heterosexuales del amor, siempre existió una rebeldía pequeña y persistente en eso que no nos enseñaban.

*Nota al pie, entendemos por heterosexualidad (obligatoria), más allá de una orientación sexual, un régimen político de supremacía masculina. Para conocer más, sugerimos la lectura de Heteronorma, régimen heterosexual y heterosexualidad obligatoria (Karina Sánchez Vergara). *

Discutiendo entre nosotras vemos que no elegimos querer y amar a los hombres; nos lo enseñaron. ¿Nunca les preguntaron si tenían novio? Podrían haber respondido despreocupadamente que no y que no les interesaba, pero la otra parte preguntona también podría haber borrado su respuesta diciendo: “ah, es que no tienes tiempo para eso”. No, no se trata de eso. Siempre habrá tiempo para el amor, pero no para el que profesan aquellos que se adueñan de nuestros cuerpos, energía y trabajo. Para ellos ni un minuto.

Repensar ese camino de enseñanzas heterosexuales permite identificar las ideas que aceptamos como ciertas y que no queremos más en nuestras vidas. Las canciones, las novelas, los arquetipos sociales donde se mira al amor como una armonía perfecta entre hombre y mujer… lo cuestionamos y, en un proceso de reflexión y sanación colectiva, lo sacamos de nuestras cuerpas poco a poco.

Tampoco creemos en el desamor porque creer en él es creer en el amor que ellos desperdigan por el suelo. El desamor nos parece un eufemismo al abuso, al desgaste emocional, a la romantización de la violencia, al amor que ata nuestro cuerpo y pensamiento. Un corazón roto es la continuación del calvario infligido en nuestras amigas, conocidas, ancestras… El amor nunca será sufrimiento, lágrimas ni tristeza. Aquellos sentimientos son los síntomas de todo lo que se nos imprimió desde que se nos enunció mujeres: servir a los hombres con todas nuestras extensiones físicas, mentales, espirituales, sentimentales.

Enunciarnos a nosotras mismas en el terreno del amor es desapegarnos del anhelo por su atención y así cuestionar nuestra servidumbre a su existencia.

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Hoy, a un año de esas fechas, nos toca regresar y volver a posicionarnos. Consideramos que es difícil abrirse camino en las andanzas del amor, experimentando terreno por otros caminos donde no haya heterosexualidad obligatoria ni amores románticos idealizados. Volver al centro, no digamos esencia, de lo que el acto de amar puede implicar resulta escalofriante dentro del vaivén de cansancio emocional.

Para muchas mujeres el nivel de desgaste amoroso ha llegado a tal punto que el concepto amor carece de significado y se entiende como un término vacío, protocolario, o a veces forzado. En un contexto donde las mujeres somos educadas para encontrar el amor como último fin de nuestras vidas, habemos quienes sentimos recelo – repulsión de tal “mágica” experiencia, para evitar el abuso emocional y cualquiera de las trágicas historias que nos han contado nuestras amigas, madres, tías, o solo conociendo la historia de nuestras abuelas. 

Saltar del auto reconocimiento y del saberse segura de lo que una no quiere a buscar otras amoras que empaten en nuestros paradigmas requiere de coraje y valentía y no es un salto que se dé de la noche a la mañana, sino que es un salto al abismo que requiere tiempo para sellar las heridas del pasado y perder el miedo, el miedo a volver a perder.

Saltemos juntas, en compañía. Las invitamos a que construyan espacios propios de discusión con otras mujeres. Cualquier tipo de cuestionamiento, desde cualquier lugar, siempre sumará en reinvindicar nuestro enunciamiento como mujeres.

La rebeldía deviene de amar lo que se nos enseña a despreciar. Las mujeres que antes fueron competencia se convierten en compañeras, cómplices y amoras.

Tejiendo memoria es un círculo de mujeres que se reúne semanalmente para hablar del amor en sus múltiples ramificaciones, siempre con una mirada crítica, cariñosa y transversal. La memoria se encuentra en nuestro nombre porque es de nuestras vivencias y las de las ancestras de donde sacamos fuerza e inspiración para transformar el dolor y enunciar mundos nuevos.

Somos Carmina Vergara, ave trazadora, Susana Colin, (d)escritora de sueños y Carmen Correa.