Antes de convertirnos en lo que ahora somos atravesamos muchísimas experiencias, “ningún mar en calma hizo experto a un marinero”, dicen por ahí. Baladí es la suma inacabada de todas las reuniones a deshoras y en días festivos, los correos de las colaboraciones que nuestras lectoras y lectores nos comparten cada mes, las miles de cuartillas que escribimos antes de encontrar lo que buscábamos: nuestra propia voz.

Suena raro, ¿no? Una revista que busca su voz. Si nos leyeran las profesoras que nos enseñaron sobre emprendimientos culturales, marketing y las herramientas de la súper y apantalladora economía naranja, seguro nos regañarían. Por supuesto, cualquier proyecto cultural que quiera comercializar sus productos debe tener muy clara, desde el inicio, su propuesta de valor.

No es que estuviéramos perdidas, es que, así como las personas se conocen más y más a sí mismas  a lo largo de los años, así los proyectos culturales vamos profundizando en nuestra propia labor, haciéndola cada vez más fuerte y consciente. Todos estos años hemos desaprendido los esquemas de comunicación académica y disciplinar que habíamos interiorizado para reaprender a darle valor a nuestras propias vivencias, memorias, afectos y sueños, para convertirlos en el corazón de nuestras letras.

Además, la pandemia y la reclusión que la cuarentena implicó nos permitió reflexionar desde otro lugar sobre los motivos y la energía para continuar con este sueño y apuesta. Ante la incertidumbre, el desempleo y la enfermedad, decidimos continuar y  ese fue y es nuestro gran logro.

Ésta es Baladí, éstos somos nosotros hoy, a cuatro años de comenzar:  un proyecto cultural y editorial que invita a mirar el mundo desde la sencillez de las experiencias cotidianas y la fuerza de las reflexiones personales, donde buscamos abrir camino a nuevas formas de pensar y de hacer cultura a través de la experimentación. En el lenguaje de los negocios culturales diríamos que ésta es nuestra propuesta de valor, hoy preferimos decir que es la convicción de nuestra voz.

Alguna vez Rodrigo Farías, nuestro asesor de comunicación, nos compartió la idea de que el desarrollo de los proyectos no es una línea recta sino una espiral. Hoy, al recapitular nuestro camino, lo constatamos.

Gracias a todas las personas que han constituido a Baladí, desde la parte editorial, la formativa, el diseño y las actividades que dan forma a esta publicación. Gracias a nuestros asesores, a las personas que nos leen y a quienes comparten sus palabras en el diario colectivo.

Muchas gracias por apoyarnos siempre.

Les invitamos a seguir descubriendo lo valioso que pasa desapercibido, y a mirar las actualizaciones que hicimos en nuestra página web en la descripción de Baladí y en el directorio, donde plasmamos algunos reacomodos de la organización interna.