Texto: Leticia Ayala

En el marco de las conmemoraciones de marzo, del día de la mujer y la lucha por la equidad de derechos hemos decidido hacer un recuento sobre aquellas habitantes de la ciudad que han hecho historia.

Volvamos donde nos quedamos (enlace a la parte 1), en el Siglo XVIII, después de 300 años de dominio español y las injusticias sociales a partir de la conquista crearon un ambiente propicio para los sentimientos de independencia.

Rebeldes e insurgentes

Las mujeres fueron parte activa y muchas veces crucial en este movimiento. Resaltan entre ellas las nacidas en la capital como Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Mariana Rodríguez del Toro, María Ignacia Rodríguez de Velazco, mejor conocida como “la güera Rodríguez” así como muchas otras defensoras anónimas de esta causa.

Algunos dicen que Josefa Ortiz de Domínguez nació en Valladolid (actual Morelia), otros aseguran que es nativa de la Ciudad de México, el año oscila entre 1768 a 1775. Quedó huérfana desde muy niña, resalta que es el único caso de una estudiante que solicitó directamente ingresar al Colegio de las Vizcaínas. Posteriormente se casó con Miguel Domínguez quien después se convertiría en corregidor de Querétaro.

Mientras ella vivía ahí, comenzaba con fuerza el descontento contra la corona española, surgiendo así las insurrecciones y conspiraciones en la búsqueda de la Independencia. En casa de Josefa Ortiz fue planeada parte importante de la lucha insurgente, de hecho, se le recuerda por haber dado parte a Miguel Hidalgo sobre la necesidad de comenzar la rebelión que habían planeado para meses después. 

Al descubrir su papel en la conspiración fue encarcelada. En total se calcula que entre las múltiples ocasiones en las que fue aprehendida acumuló un aproximado de siete años de encierro en la lucha por la Independencia de México.

Josefa Ortíz de Dominguéz, pintura de caballete. Mediateca INAH.

Otra mujer que intervino en esta búsqueda de una nación independiente fue Leona Vicario, nacida en 1789 también en la Ciudad de México. Sin duda es digna de recordar y admirar por sus esfuerzos a favor de la independencia tan anhelada. Aunque fue instruida de acuerdo a los cánones de la sociedad de su época, eso no la eximió de ser parte activa en el campo de batalla.

Leona dispuso tanto esfuerzos como recursos más allá de lo imaginable, desde proporcionar dinero, comprar armas, hasta formar parte de la asociación secreta en pro de la lucha independiente: “los Guadalupes”. Cuenta la cronista Ángeles González Gamio que Leona Vicario logró sacar de la Ciudad una imprenta con una creatividad formidable con el objetivo de que los ideales de los insurgentes se difundieran.

Sin embargo, el ser de clase privilegiada no la dejó ajena de sospechas, en algún punto su correspondencia fue interceptada y la consecuencia fue su reclusión en el colegio de Belén.

Cabe destacar que en el Siglo XVIII las “casas de recogidas” (creadas con el objetivo de dar asilo a mujeres pobres, divorciadas o que ejercían la prostitución) fungieron como una versión de cárcel femenina. Es decir, durante la guerra de Independencia el propósito de reclusión en los conventos fue abiertamente político para aquellas vinculadas al movimiento ya fuera por relación familiar o sentimental para ejercer presión en los rebeldes.

Posteriormente Leona Vicario fue rescatada por los insurgentes, eventualmente se encontró con Andrés Quintana Roo a quien había conocido anteriormente y por quien se había sentido atraída, al poco tiempo contrajo nupcias en medio de esta revuelta en la que ambos estaban involucrados.

Leona Vicario no sólo fue una mujer de lucha, también fue madre estando escondida de las tropas enemigas. Es considerada además como la primera periodista de México, publicó sus escritos en El Ilustrador Americano, El Semanario Patriótico Americano y posterior a la consumación de la Independencia en El Federalista.

Leona Vicario, pintura. Mediateca INAH.

Por otro lado, Mariana Rodríguez del Toro, nacida en 1775, también simpatizante del movimiento de independencia, es reconocida por haber animado a un grupo de conspiradores a liberar a los líderes del movimiento después de haber sido aprehendidos por una traición.

Aunque fue aprehendida junto a su esposo al poco tiempo de dicho evento, no delató a ningún miembro de su grupo. Estuvo encarcelada aproximadamente nueve años.

María Ignacia Rodríguez y Osorio Barba, “La Güera Rodríguez”, destacó en su época por ser una mujer de excelente conversación, de gran inteligencia y belleza, nacida en 1778.

Aunque fue una mujer con holgura económica, no hay antecedentes que prueben algún tipo de instrucción en algún colegio o convento. Fue considerada hasta cierto punto inmoral para los clérigos de su época, sufrió violencia a manos de su esposo del cual buscó divorciarse, escándalo para aquellos años. Simpatizaba con el movimiento insurgente y se presume que Agustín de Iturbide la pretendió en algún momento de su vida.

María Ignacia podría considerarse superficial para algunos historiadores, sin embargo, fue transgresora del deber ser de las mujeres de su tiempo.

 

Liberales y pioneras

Ya con la ansiada independencia de la corona española comienzan a surgir nuevas inquietudes en la reciente nación mexicana, esta vez contra la intolerancia religiosa que imperaba en el país, era necesario dividir los asuntos de la Iglesia y el Estado.

En el área de las bellas artes, en 1845, proveniente de una familia acaudalada, nació Ángela Peralta, conocida como “el ruiseñor mexicano” quien conquistó escenarios a nivel internacional antes de cumplir los 20 años, ella estudió en el Conservatorio Nacional de Música de México. En 1862, 1867 y 1872 realiza exitosas giras por Europa donde fue ampliamente aclamada.

Maximiliano de Habsburgo le pidió venir a México y en 1865 aceptó la invitación interpretando obras de Bellini, Rossini, Donizetti, Verdi entre otros bajo la batuta de Carlos Bosoni, incluso estrenó la ópera Ildegonda de Melesio Morales.

En 1867 parte nuevamente a Europa ante la inminente caída del imperio de Maximiliano. Años después, en 1871, regresó a suelo mexicano, donde volvió a presentarse con gran éxito, en aquella ocasión estrenó la obra Guatemotzin de Aniceto Ortega, ópera basada en un pasaje de la historia de la conquista de México. En 1877 regresó a su tierra después de su tercera y última gira; decidió fundar una compañía operística, aumentando sus composiciones hasta el día de su muerte.

Retrato de Ángela Peralta, Mediateca INAH.

Como se menciona al inicio, dividir los asuntos de la Iglesia y el Estado fue parte esencial del liberalismo. También se gestaba entre la población femenina la inquietud de lograr una ciudadanía en la que pudiesen ser partícipes no sólo de la vida social sino política de México.

Anteriormente, en la primera parte de este recuento se mencionaba la participación de las mujeres en el comercio, sin embargo, en 1854 este ejercicio se limitaba a mujeres casadas, mayores de 20 años, con autorización de su marido o en dado caso legalmente separadas.

En el caso de la prensa circulaban en la época publicaciones como La Ilustración (1841-1842), El Semanario de las señoritas mexicanas(1850-1853) donde se exponían temas dirigidos a las mujeres.

Si bien Laureana Wright Gonzáles nació por casualidad en Taxco y no en lo que hoy conocemos como la capital mexicana, si nacieron en nuestra ahora CDMX sus publicaciones: Violetas del Anáhuac (1884) y Las Hijas del Anáhuac (1887). Ambos impresos impulsaban el sufragio de la mujer, así como la tan ansiada igualdad de oportunidades; se cuestionaba el modo de vivir de la mujer, se incitaba a integrarse a una sociedad progresista mediante artículos, biografías y diversos escritos que de cierto modo buscaban educar a aquellas que aun teniendo una posición económica acomodada carecían de educación formal.

Laureana Wright Gonzáles

Otra publicación que sobresale es El Álbum de la Mujer (1883) dirigido por Concepción Gimeno de Flanquer en la cual la mayoría de colaboradoras eran mujeres. En sus páginas se contaba con litografías de Emilio Moreau y Hermano, en ellas se retrataba a mujeres ilustres de la época y de la historia, como Sor Juana Inés de la Cruz.

Como el lector puede observar, las mujeres en esos años difícilmente accedían a una educación, mucho menos se esperaba que lograran conquistar una profesión, por ello, dos mujeres nacidas en la Ciudad de México sobresalen en esta época en el área de la salud: Margarita Chorné y Matilde Montoya.

Margarita Chorné y Salazar fue la  primera profesionista empírica quien en 1886 recibió el título de cirujano dentista. Nació en la capital del país en 1864. Aunque tuvo una educación en un colegio de monjas destacando en la música, su curiosidad la llevó por el camino de una profesión hasta entonces ejercida por hombres.

Fue en el consultorio de su padre, odontólogo de la época, donde su inquietud por esa ciencia se nutrió poco a poco, se acrecentó con la observación y la lectura de las revistas científicas que su padre y hermano dejaban leídas.

Margarita quería pasar de la teoría a la práctica, ¡quería operar!, para poder realizar algún tipo de intervención quirúrgica requería del título de cirujano dentista. Para ello, necesitó el respaldo de tres profesionales del área y una solicitud de examen dirigida al entonces director de la Escuela de Medicina.

Margarita logró no sólo aprobar con éxito su examen, sino que también fue reconocida con el tiempo como la primera mujer en toda Latinoamérica en recibir el título de cirujano dentista.

Margarita Chorné y Salazar, tomada de: Martha Díaz de Kuri (2009) Margarita Chorné y Salazar, la primera mujer titulada en América Latina.

Por otra parte, (casi al mismo tiempo) Matilde Montoya, quien nació en 1859. Desde muy pequeña demostró talento académico, a sus 16 años ya contaba con el título de partera obtenido en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad. 

En 1875 se inscribió en la Escuela de Medicina de Puebla donde desarrolló exitosamente su profesión, sin embargo, algunos médicos la acusaron de masona y protestante por lo que se vio obligada a migrar a Veracruz. Dichos señalamientos infundados fueron desmentidos con el tiempo y volvió a Puebla en 1880.

Dos años más tarde ingresó a la Escuela Nacional de Medicina, cuando contaba con 24 años de edad. Al ser la única mujer en la escuela encontró nuevos detractores que solicitaron la revisión de su expediente con el fin de que fuese expulsada, con el argumento de que tenía materias por revalidar, lograron su objetivo. Matilde no se dio por vencida, fue tal su ímpetu para regresar a dicha escuela que el mismo Porfirio Díaz le otorgó el derecho de presentar examen para quedar nuevamente inscrita.

Después de unos años de intenso estudio, llegó el 24 de agosto de 1887, fecha señalada para que Matilde presentara su examen profesional, cuentan las crónicas que el mismísimo Porfirio Díaz estuvo presente en tan importante ocasión. Por primera vez una mujer obtuvo el título de médico en nuestro país.

Además de su labor abriendo brecha en el área de la medicina, Matilde Montoya también impulsó escuelas para obreras. Hacia 1891 junto con Laureana Wright fundó la escuela- asilo para obreras El obrador: Luz y trabajo, perteneció a la Sociedad Mexicana de Costureras, fue socia del Ateneo de Mujeres y fue co-fundadora de la Asociación de Médicas Mexicanas (1925). 

Matilde Montoya

Otra área dominada por hombres fue conquistada en 1898 gracias a María Asunción Sandoval, primera mujer en titularse en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, aunque es poco lo que se sabe de su historia es un hecho que abrió brecha a las abogadas mexicanas.

El triunfo de la Reforma liberal derivó en la educación elemental obligatoria, laica y gratuita, con ello, las mujeres pudieron acceder a una instrucción académica similar a la de los hombres e incluso aspirar a una formación universitaria. Con la creación de la Escuela Secundaria para Señoritas en 1869, su evolución con la introducción de pedagogía en el plan académico y la fundación de la Escuela Normal de Profesoras en 1888 se dieron grandes pasos en la lucha por la igualdad de oportunidades.

María Asunción Sandoval

Vendrían tiempos nuevos para el país, con la desigualdad entre clases sociales y la explotación campesina empezarían a emerger los descontentos que resultarían en la Revolución Mexicana.

Continuará…

 

 

 

Referencias:

  • Díaz de Kuri, Martha. Margarita Chorné, precursora de la independencia profesional de la mujer en Latinoamérica. Boletín UNAM, México, 2011.
  • González Gamio, Ángeles. Josefa y su independencia. Museo de la Mujer, transmisión en vivo 8 de septiembre de 2020.
  • González Gamio, Ángeles. Las Batallas de Leona. Colegio de Cronistas de la Ciudad de México, transmisión en vivo 15 de julio de 2020.
  • Huerta, Leonardo. Izeta Kelly, Romina. “Mujeres científicas en México”. Gaceta UNAM, México, número 5162, 2020.

Leticia Ayala

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, apasionada del patrimonio cultural de la ciudad, reportera casual de la fuente cultural.