Texto: Anahí Santiago y Humberto García

En los primeros años del siglo XX México vivió un gran acontecimiento que, sin duda alguna, dio pauta a grandes cambios: la Revolución Mexicana. De ella recordamos los nombres de, por ejemplo, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Pascual Orozco, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, grandes hombres en quienes ha recaído únicamente el reconocimiento de la organización y desarrollo de este movimiento social.

En este 110 aniversario de la Revolución nos gustaría centrar el foco en el papel que jugaron las mujeres en este proceso. Al agudizar la mirada encontramos una inmensa y diversa participación femenina en diferentes momentos y facciones de la Revolución. La atmósfera de lucha y protesta encendió la llama de una fuerte ola feminista que se vio reflejada en el movimiento, pues muchas mujeres jugaron papeles importantes desde diferentes cargos, como espías, enfermeras, soldaderas, propagandistas, escritoras y contrabandistas.

Sí, la participación de las mujeres no se limitó únicamente al estereotipo de “Adelitas”. 

Todas ellas eligieron el camino que le pareció más adecuado de acuerdo a su formación, sus experiencias de vida, sus recursos, habilidades y aspiraciones. Las mujeres participaron en las muchas revoluciones que conformaron a la Revolución Mexicana y al hacerlo abrieron camino para las luchadoras sociales que también vendrían después.

A continuación enlistaremos tres ámbitos de #ParticipaciónRevolucionariaFemenina

 

Las Soldado, mujeres doblemente rebeldes

Es muy común caer en el juego de palabras entre “soldaderas” y “las soldado”, muchas, incluyéndonos, crecimos con la idea de que las soldaderas fueron aquellas mujeres que lucharon propiamente en el campo de batalla durante la Revolución, sin embargo te sorprenderá saber que este término es utilizado para referirse a aquellas mujeres que se unieron a las tropas con la única finalidad de acompañar a los hombres y encargarse de las labores domésticas.

Esta palabra cambiaba según la región en donde se utilizaba, ya que estas mujeres también fueron llamadas “adelitas”, “indias” o “marías”. Sabemos que inspiraron los famosos corridos revolucionarios que por lo general aluden a aquel canto de guerra, de amor y desolación.

Seguramente al menos en una ocasión han escuchado el famoso corrido de “La Adelita”:

Popular entre la tropa era Adelita

La mujer que el sargento idolatraba

Porque a más de ser valiente era bonita

Hasta el mismo coronel la respetaba

y se oía que decía aquel que tanto la quería

 

Y si Adelita se fuera con otro,

La seguiría por tierra y por mar;

Si por mar, en un buque de guerra

Si por tierra en un tren militar

 

Si Adelita quisiera ser mi esposa

Si Adelita fuera mi mujer

Le compraría su vestido de seda

Para llevarla a bailar al cuartel [1]

[1] La canción de La Adelita según la versión de Adela Velarde, señala que ella fue la que inspiró al compositor, el sargento Antonio del Rio Armenta perteneciente a las tropas de Villa y comenta que el corrido original solo tenía tres estrofas.

Si bien el papel de estas mujeres fue importante no hay que olvidarnos de aquellas que participaron directamente en la lucha armada, esas que fueron doblemente rebeldes: rebeldes con el régimen político y rebeldes ante el estereotipo de la mujer.

Esas mujeres fueron llamadas “Las Soldado” y su incorporación a algún grupo rebelde dependía principalmente de la región de dónde eran originarias. Estas mujeres llegaron a obtener grados militares, sin embargo, por el simple hecho de ser mujeres, el máximo al que aspiraron era el de coronela. Estos grados fueron desconocidos por la Secretaria de Guerra y Marina, de acuerdo con la circular número 78 emitida el 18 de Marzo de 1916: “Se declaran nulos todos los nombramientos militares expedidos a favor de señoras y señoritas cualesquiera que hayan sido los servicios que estas hayan prestado”.

Dicha circular da a entender que fueron varias mujeres quienes estuvieron al frente de alguna tropa aunque en este artículo en especial nos gustaría escribir sobre Belén “La Camarada” Robles.

Originaria de Ciudad Camargo, Chihuahua, ella se unió a las tropas de Pascual Orozco en 1912 participando en los combates de Rellano y Bachimba contra las fuerzas de la División del Norte. Durante su militancia en el orozquismo alcanzó el grado de coronela.

Según las memorias del general y escritor Francisco L. Urquizo era popularísima, siempre andaba montada en buen caballo y su forma de vestir era más femenina en comparación con las de otras soldado, pues casi siempre traía sombrero tejano, camisola, falda y polainas de cuero. Era delgada pero fuerte pues resistía las duras jornadas y lo que estas conllevan.

A diferencia de otras soldado famosas como Petra Herrera, villista quien para poder pelear en el frente de batalla tuvo que hacerse pasar por hombre tanto en vestimenta como en nombre, Belén Robles es la muestra de la diversidad que existía entre las mismas soldado.

No todas tuvieron que hacerse pasar por varones para ser reconocidas, ni todas aspiraron a conseguir altos cargos militares pese a sus hazañas. Las soldado no solo encontraron en el campo de batalla una manera de luchar por la causa social que defendían, sino también un lugar en donde podían desenvolverse de manera mucho más libre.

Juana Belén Gutiérrez y la rebeldía de las letras

Juana Belén Gutiérrez de Mendoza nació en San Juan del Río, Durango, en 1875. Su niñez transcurrió en San Pedro del Gallo, Coahuila, sufriendo desde pequeña el rechazo por ser mujer, pobre y parte de una familia no católica. Su formación fue mayoritariamente autodidacta.

Siendo muy joven se convirtió en empleada doméstica y a los diecisiete se casó. Se dedicó a coser y hacer ropa para los mineros de Sierra Mojada, además vendía leche de cabra y comenzó a colaborar con algunos textos en el Diario del Hogar y El hijo del Ahuizote. En 1897 fue encarcelada por realizar un reportaje sobre las condiciones laborales en el mineral de la Esmeralda, Chihuahua.

Asumiéndose como antiporfirista y anticlerical, al poco tiempo de su liberación fundó en Minas Nuevas, Chihuahua un club liberal en donde denunció los abusos del Estado y la Iglesia. Más adelante fundó su propio semanario: Vésper en Guanajuato, diario opositor femenino sin precedentes en el periodismo nacional. Sus críticas le llevaron a ser nuevamente detenida.

Se mudó a la Ciudad de México y ahí continuó publicando Vésper, a la par trabajó como obrera y continuó sus estudios. Mantuvo contacto cercano con los grupos de oposición y los clubes liberales del país, en 1903 fue vocal del Club Liberal Ponciano Arriaga, reinstalado en la Ciudad de México. Sus actividades llamaron la atención de las autoridades y fue apresada en la cárcel de Belén donde conoció a la periodista anarcofeminista Elisa Acuña Rosete. Al poco tiempo ambas fueron exiliadas.

En Laredo, Texas se unieron al resto de liberales desterrados y colaboraron en Regeneración, periódico de los Magón, con quienes entraron en conflicto luego de que se sospechara una relación lésbica. Ambas se establecieron después en San Antonio, Texas y ayudaron a la periodista y poetisa coahuilense Sara Estela Ramírez en la publicación La Corregidora. Las tres regresaron a la Ciudad de México en 1905, relanzaron Vésper y fundaron diversas agrupaciones de trabajadores como Sindicalismo Mexicano y Socialistas Mexicanos.

Su lucha se enfocó también en la valorización social y política de la mujer, exigiendo su participación en la escena pública, para ello Juana Belén fundó junto con Dolores Jiménez y Muro, activista hidrocálida, el Club Político Femenil y el Club Hijas de Cuauhtémoc, desde los que pidieron a Madero el voto para las mujeres durante su campaña electoral.

Más adelante Juana se unió al zapatismo, participando en la redacción del Plan de Ayala, fue nombrada coronela por el cariño y respeto que Zapata y otros caudillos del sur le profesaban. Fue encarcelada por el gobierno huertista por sus actividades pro zapatistas en Ciudad de México. Más adelante volvería a ser encarcelada por atacar al Primer Jefe desde su periódico La Reforma en Chilpancingo.

Entre los 20’s y los 40’s continuó participando en organizaciones que promovieron la participación de la mujer en la vida pública. Fue maestra misionera, directora de hospital y directora de Escuela Industrial para Señoritas en el norte y el Bajío. Su pluma solo dejó de escribir en defensa de las causas en las que creyó el día en que falleció.

Hermila Galindo y la lucha por la emancipación de la mujer

Hermila Galindo Acosta nació en Ciudad Lerdo, Durango, en 1885. Al morir su madre quedó al cuidado de su padre y de su tía Ángela Galindo. Su infancia transcurrió entre Durango y Chihuahua, teniendo acceso a la educación primaria. Tiempo después ingresó en la Escuela Industrial para Señoritas de la ciudad de Chihuahua donde estudió mecanografía, taquigrafía, telegrafía y contabilidad.

En su juventud trabajó como profesora y secretaria en Coahuila y Durango, y empezó a simpatizar con las ideas de oposición a Díaz de algunos sectores norteños, identificándose primero con el reyismo y después con el maderismo. En 1909 transcribió y repartió el discurso que un grupo de liberales había dado en Torreón exaltando a Benito Juárez y atacando a Díaz, mismo que había sido prohibido por el presidente municipal. Llamó la atención de algunos liberales quienes la invitaron a participar en sus clubes antirreleccionistas.

A partir de entonces entró en contacto con las ideas de pensadores y pensadoras extranjeras que devoró como la lectora empedernida que era. Su lucha se centró en el campo de las ideas y buscó formar parte de los círculos en donde se tomaban las grandes decisiones políticas. Al triunfar Madero se mudó a la Ciudad de México y trabajó como secretaria del general Eduardo Hay. Luego del ascenso y caída de Victoriano Huerta, su habilidad como oradora le ganó el ser elegida para pronunciar un discurso de bienvenida a Venustiano Carranza quien la invitó a trabajar con él como secretaria particular.

A partir de entonces Hermila dio conferencias y organizó clubes revolucionarios en varios estados, y hasta fuera del país, en apoyo del constitucionalismo. En 1915 se convirtió en directora de La Mujer Moderna, primera revista mexicana feminista del siglo XX que se asumía como tal. En ella empujó una línea editorial radical en favor de la emancipación de la mujer de la figura del marido, de los prejuicios sociales que la concebían como inferior y de la tutela de la iglesia, defendiendo además su igualdad frente al hombre. Mantuvo contacto también con lideresas feministas de América Latina, Europa y Asia.

Con apoyo de Salvador Alvarado planeó el Primer Congreso Feminista de Yucatán de 1916. La lectura de su discurso en el congreso, en el que promovía una educación sexual para las mujeres en secundaria que incluía clases de anatomía y fisiología causó revuelo y encontró oposición entre grupos feministas más conservadores. Participó también en el Congreso Constituyente de 1916 en donde, como un primer paso, propuso el establecimiento del voto restringido para la mujer, limitado a quienes tuvieran cierto nivel educativo. El constituyente rechazó su propuesta.

En 1917 desafiando la ley electoral lanzó su candidatura para convertirse en diputada federal y aunque no ganó, continuó su labor legislativa. Es probable que haya influido en el Primer Jefe para que se promulgara la Ley de Divorcio de 1914. En 1952 fue nombrada congresista federal y al año siguiente, toda la presión que ejerció sobre el gobierno, sumada a la presión del resto de grupos feministas, resultó en la oficialización del voto a la mujer. Falleció dos años después en la Ciudad de México.

Conocer y difundir la historia de las mujeres es posible no solo gracias a aquellas mujeres que la protagonizaron sino también a aquellas investigadoras como Rosa María Valles Ruiz, Martha Eva Rocha y Beatriz Elena Valles Salas que, al ir contracorriente, van revelando partes de la memoria histórica que habían quedado en el olvido.

Sus esfuerzos moldean una visión diferente del pasado que repercute directamente en el presente y el futuro. Celebremos y traigamos al presente el legado de estas grandes revolucionarias para que su lucha inspire a seguir cuestionándonos las injusticias que seguimos atravesando como mujeres y hombres.

Tania Anahí Santiago Durán

De algún rincón del oriente de la CDMX, casi-historiadora, me interesa la historia militar, política y social del México Revolucionario y escarbar un poco en aquellos personajes degradados por la historia.

Actualmente incursionando en el mundo de las manualidades.