Texto: Evelin Jasso
Collage: Humberto García

 

¿Por qué hoy, a casi un siglo de distancia, consideramos a Nellie Campobello como una mujer revolucionaria?

María Francisca, mejor conocida como Nellie Campobello, nació el 7 de noviembre de 1900 en Villa Ocampo, Durango; hasta los 23 años aproximadamente, vivió en el norte del país, donde fue testigo de la gesta revolucionaria (experiencia que sería la materia prima para su obra literaria). Lo azaroso de su vida hasta ese entonces cambió de pronto, pues por relaciones familiares pasó a gozar de los beneficios de la élite económica norteamericana en la Ciudad de México. Fue a partir de aquí que ella comenzó a aventurarse en la danza y posteriormente en la literatura.

Con un primer vistazo a su vida y obra podría considerársele como un personaje más que contribuyó al desarrollo de las artes (literatura y danza) en nuestro país; sin embargo, si dejamos de mirarla desde nuestro tiempo y nos colocamos en su realidad, podremos dimensionar lo que lo hace única, no sólo en cuanto a talento o técnica artística, sino en una dimensión política.

En un entorno en el que “la cultura” estaba centralizada en la capital, ¿qué oportunidades tenía una joven del norte, rodeada de violencia y muerte? A partir de ese giro repentino en su vida, de una educación autodidacta y con el apoyo de unas pocas buenas amistades, Campobello logró escribir Cartucho (1930) y con ello, convertirse en una de las primeras mujeres escritoras publicadas y reconocidas por sus coetáneos mexicanos en el siglo XX. Sobra decir que llegar a esto resultó ser sumamente complicado.

Recordemos que en los años posteriores a la “Revolución” la construcción material y cultural del país fue dirigida y ejecutada por unos cuantos individuos hombres, las mujeres ocupaban un espacio de asistencia, cuidados y en menor medida ornamental. Como regla general, las mujeres no tenían voz y sus acciones no eran relevantes en lo cotidiano, y menos aún para la Historia. Así pues, con un trabajo incansable, sensibilidad y desafiando el campo artístico de la década de los años 30, Campobello escribió y, aún más, publicó un conjunto de cuentos que retratan de una manera muy peculiar la lucha revolucionaria en el norte del país.

Es sólo al leer esta obra que surge a cabalidad la originalidad y la inherente peligrosidad (para algunxs) de la autora: muestra la otra historia de lo que ya se estaba construyendo como el hecho fundador del nuevo orden político, social y económico, a saber, “La Revolución Mexicana”. Con esto, el mito rector del país era puesto en duda, pues en estos pequeños pero concisos relatos se derriban a los héroes para rescatar el esfuerzo femenino; se retrata el dolor de la muerte en lugar de glorificar la violencia; se coloca a los hombres como individuos que sienten, sufren y temen a la próxima batalla, más allá de la imagen del macho inalterable.

En Cartucho, cada relato da voz a través de una pequeña niña, (hecho también significativo) a todas aquellas personas que vivieron y murieron por un país mejor, distinto, que si bien no sabían lo que eso significaba, era sin duda distinto a lo que se anunciaba por los autoproclamados ganadores como el futuro innegable luego de la lucha revolucionaria.

Así pues, en toda la literatura de Campobello, pero en específico en su obra debut podemos percibir que no sólo el pasado fue distinto al que conocemos, sino que el país que se construyó a partir de él pudo haber sido diferente. Tal vez no tan machista o desigual en lo económico; tal vez un lugar donde lo que importa no es la grandeza particular de un héroe, sino las y los que hacen de su vida una labor incansable de apoyo hacia los otros.

¿Y en aquel tiempo quién más hizo esto? Nadie, ningún otro autor o autora; en general la literatura fue un pilar fundamental para la construcción identitaria de lo que significaba ser mexicano, y también una fuente de legitimación para las decisiones políticas de los posteriores presidentes.

Las consecuencias por ser mujer y haber escrito como lo hizo se manifestaron en un primer momento con el silencio y desacreditación dentro del campo artístico y político, posteriormente con la negación del reconocimiento a Campobello como parte esencial de lxs creadorxs del país y finalmente con el olvido oficial tanto de su carrera como de ella misma.

Frente a esto lo único que podemos afirmar es que su obra marcó su vida: una obra subversiva, una vida revolucionaria.

 

Espinasa, J. M. (2015). Historia Mínima de la literatura mexicana del siglo XX. México: El Colegio de México. pp. 219-223.
Foto: Mediateca INAH

 

Evelin Jasso, politóloga por la UNAM, defensora de derechos humanos; asimismo, interesada en la relación entre literatura y política.