HERENCIA

De herencia
un viento que mal arrulla
nos dieron.
Domado sólo a medias,
el resto amenaza
con robustecerse huracán.

Dote que, hace lustros,
de no más que el suspiro
se erigió,
desde dos labios
que concibieron legar
aunque un lastre fuera,
aunque en un soplo insostenible
haya, a nuestro oír,
llegado.   
Culpemos a la progenie, pues.

Vivimos en un llano
a la sed del aire,
a su ansia,
ceñido,
en una casa
agrietada
por el silbar
que busca dentros.
Entre rendijas,
acorralado,   
el silencio capitula:
víctima hace al sosiego
un rumor
que nunca cesa,
un apolillar
carente de insecto. 

Afuera,
hurgamos entre la hierba
los resabios
que el viento no arranca.
Rumiante a cada hombre
su padre hizo,
recolector, por segunda vez,
de lo poco que olvidó
desenterrar.

El ciclón, remedando,
a nuestros sucesores
daremos,
cuando no podamos detener
las puertas
que el céfiro azota,
cuando, en el suelo,
nada, ni siquiera el rencor,
para el hurto
sobre.

DILATÁNDOSE

I.

Erró
feral, infame
por rumbos ahora nuestros

quien,
como figura de plastilina al sol,
dilatándose
se deshizo.

Prologó
al chapoteo
en su propio plasma

un existir
bípedo

-que los dedos
del niño más solitario
irguieron-

manifestando,
entre ambos,

las mil facetas
de jorobarse.  

En pos
de esa curva, incurable,

hasta el polvo,
la vida
se le erosionó:

ni aún construyendo

sus propias figuras de plastilina

-en lo vertical,
emulándolo- 

pudo percatarse
de derretirse.

Sin saberlo
fue el perro
del que tanto se burló:
aquél que,
ante el espejo,
desconociéndose,
se ladra.

II.

Vástagos, siendo reverentes
ante el reflejo,
le sobrevivimos. 

Prologamos eclipsar
perpetuamente
con el sustento
de su tragedia sólo:

único algoritmo
que contra remedar su pose,
en nuestro cableado, con unos y ceros,
se reitera.

A dos funciones
el aprendizaje
nuestro ser
reduce:

de noche,
a deambular buscando
los mejor erguidos
de entre sus esqueletos

y, de día,
a hacer figurillas de plastilina
a su imagen y semejanza

y a contemplarlas
manteniéndose rectas ante el sol,
prometiéndonos traslaciones, rotaciones,
hasta el ocaso.

Mientras, aúllan los perros
extrañando  
a sus antiguos amos. 

 

*Ilustración por Rodolfo Hernández (@rodolfo_design)

Eduardo Paredes Ocampo (México DF, 1989) es poeta bilingüe en español e inglés. Ha publicado en diversas revistas mexicanas (Marabunta, Página Salmón, Palabrerías) y británicas (The Isis, ASH, Romulus). Actualmente estudia un doctorado en literatura comparada en la Universidad de Oxford, Reino Unido. Es editor en jefe de la revista literaria  Romulus del Wolfson College, Oxford.