Entre el sinfín de eventos culturales del fin de semana del 6 y 7 de abril pasados, hubo uno pequeño pero maravilloso del que formamos parte. No se trató de un magno evento en el Zócalo, un desfile sobre Reforma, una intelectual y carísima obra de teatro en Coyoacán… Por el contrario, se trató de la reapropiación del espacio público, la interrupción de la rutina, la reunión de músicos, editoriales, escritores y vecinos. Este es el recuento de un espacio alternativo de reflexión: la tercera edición del Festival del Libro y la Cultura, organizado por el Laboratorio de Creación Artística para la Cultura Alternativa, La Calaca , colectivo de profesionistas que desempeñan distintas actividades artísticas.

La sede: el parque Pombo, en San Pedro de los Pinos. Los vecinos pasean, el mercado vende y los niños brincan entre los juegos. El festival, organizado con el apoyo del grupo “Vecinos para vecinos”, sin el respaldo de alguna institución o partido, está por comenzar. No hace falta entrar a un museo o teatro, la cultura está en la calle, simple, amable, eso lo saben Fabián Zusto y Zam Horrorez, quienes, como organizadores y con el apoyo de Emiliano Alonso,  verifican que todo salga a la perfección.

Bajo una carpa blanca están ya puestas las mesas en las que las editoriales y autores independientes promocionan su trabajo entre los paseantes de todas las edades. Los organizadores fueron claros, solo participan independientes, sin intermediarios explotadores ni tranzas. Hay de todo, literatura erótica, gótica, de horror, fantasía. Nombres de autores reconocidos y otros emergentes. Libros usados y nuevos. Novela, ensayo, cuento, poesía, cómic, fanzine. Libretas artesanales, separadores, postales, stickers, aretes, peluches. Llegan unos cuantos curiosos, hojean los libros, pregunta precios, platican con los vendedores.

A un costado de la carpa un escenario, sede de las diversas propuestas musicales que amenizaron los dos días que duró el fiesta. Cuarto de Sarah que suena a rock y a son, atrae al primer público, la energía de los instrumentos de Neon Nineteen hace bailar y  gritar de emoción a quienes se detienen a escuchar, el jazz y el funk de Jazztinato, Román con su guitarra que entona rolas profundas de letra combativa, de protesta y, finalmente, Ojos de ciervo y su participación llena de psicodelia, de misticismo y folclor.

La música irrumpe la cotidianidad de este tranquilo espacio público; un policía que hace su rondín en el parque, se queda a escuchar dos canciones y sigue su tarea, unos chicos pasan por el parque para cortar camino, vienen de hacer sus compras en el centro comercial, bajan sus bolsas y se ponen a bailar un rato, luego siguen. Jóvenes que salen a comer un helado, una pareja de ancianos que se sienta en una banca, ciclistas que se detienen un momento, generaciones más modernas que comienzan a grabar con su celular.

No hay que olvidar la mesa de talleres culturales abiertos que presenta ya algunos progresos, el plástico reciclado, el periódico y el engrudo comienzan a dar vida a los alebrijes. Del papel y el lápiz aparecen los personajes de Dragonball. Los talleres los dirigen Augusto Quevedo y Maick Aguilar, artistas urbanos.

Y como este fue un festival del libro, hacemos un breve recuento de las presentaciones editoriales:

  • Carlos Camaleón presentó La sangre de las musas, editorial independiente con convocatoria abierta que además ofrece talleres de autopublicación. Más allá del enriquecimiento, busca mostrar que la autopublicación de calidad es factible. Sus temáticas se centran en la contracultura y la subcultura, en lo gótico, el horror y la ciencia ficción.
  • Rober Monkada, junto a su compañero el tiburón Camilo, presentó Las fabulosas aventuras de Aldini y Robespiere, cuento que plasma la vida del autor a su llegada a la Ciudad de México, proveniente de Celaya. Narra, a través de personajes y escenarios fantásticos, los retos a los que debió enfrentarse en esta ciudad monstruo y a los que implicaba el paso hacia la vida adulta. La historia va sobre la amistad y el viaje en un estilo que el autor denomina literatura millenial.
  • El editor Gregorio Martínez Moctezuma y el autor Jesús Gómez Morán presentaron Cánticos a Erígona, recopilación de poemas editada por Agua Escondida Ediciones. Para el autor el festival es en sí mismo una concatenación de circunstancias, un encuentro. La poesía la concibe como una fogata, que una vez prendida, invita a la gente a acercarse a su calor, analogía poderosa que también se acomoda a la atmósfera del festival.
  • Yezidy.E, de la Editorial Alebrijez platica sobre su libro Las noches, un conjunto de cuentos eróticos femeninos. Su libro es una lucha contra los tabúes sociales y culturales que limitan la sexualidad y el placer, es una emancipación de la mujer, un reconocimiento, una exploración.
  • La Editorial Praxis, un proyecto independiente cuyo trabajo se centra en el sentido artístico de los autores. Organizan concursos para incentivar la creatividad. Atendieron gustosos al llamado de la Calaca Cultural, para participar y promover espacios en donde podamos seguir siendo libres, autónomos.
  • Tuvimos también la oportunidad de presentar Revista Baladí. 🙂

A eso de las 6 de la tarde del domingo el festival finalizó, no así las redes que se tejieron esos dos días, las palabras compartidas y el diálogo siempre inconcluso. La cultura no solo está en un magno evento en el Zócalo, un desfile sobre Reforma, una intelectual y carísima obra de teatro en Coyoacán. La cultura está también en festivales como éste, en donde hay intercambio monetario -pero sin intermediaros-, donde artistas y público no son separados por un escenario y pueden convivir, en donde el espacio que pertenece a la gente es ocupado para reflexionar y crear con la confianza de saberse en el parque del barrio propio.  El intercambio va pues más allá de lo meramente monetario e intelectual.

El parque vuelve a ser aquel de todos los domingos, pero, para quienes estuvimos ahí nos queda la experiencia, el recuerdo de haber formado parte de una cálida fogata, de una reunión en donde pudimos ser libres y compartir sin restricciones. Nos llevamos amistades y momentos, seguro nos encontraremos de nuevo.

 

Susana y Humberto