Es funesto para una mujer subrayar en lo más mínimo una queja, abogar, aun con justicia, por una causa; en fin, el hablar conscientemente como una mujer. Y por funesto entiendo mortal.

Virginia Woolf

Una habitación propia no es el título de una película de terror, es un ensayo escrito por Virginia Woolf sobre el porqué no había mujeres escritoras en su tiempo, o mejor dicho, por qué había tan pocas mujeres que se dedicaran a la escritura o a cualquier otra actividad creativa.

Noventa años después de su primera publicación este texto sigue vigente, y con unas cuantas modificaciones podría perfectamente pasar por una obra escrita hoy día. A Virginia Woolf le preocupaba y consternaba que no hubiera mujeres capaces de escribir como Shakespeare; que las pocas que han resaltado de entre una manada preponderantemente masculina, han tenido que vérselas negras para conseguir, ya no se diga tener un ingreso por su trabajo, o ver publicada su obra, sino simplemente para poder dedicarse a escribir.

Pone como ejemplo a Jane Austen, que tenía que esconder sus manuscritos en la alacena y aprovechar los ratos en los que no había nadie en la sala de su casa para ponerse a escribir; y a Mary Anne Evans, que tuvo que adoptar el nombre de George Eliot, pseudónimo con el que pasó a la historia, para que su trabajo fuera valorado en serio.

Noventa años después, y a la luz del “alboroto” desatado a raíz del escrache[1] en las cuentas de twitter acunadas bajo el movimiento #MeToo; la misma inquietud ronda en el aire. La tesis de Woolf se basa en que las mujeres necesitan una habitación propia para poder escribir sin ser interrumpidas y tener solvencia económica. Aunque quizá hoy día muchas mujeres tengan una habitación propia, creo que sigue siendo un privilegio de las mujeres solteras y con cierta posición económica; el segundo punto sigue siendo el más difícil de cumplir.

Las mujeres siguen teniendo sueldos menores que los hombres aunque realicen las mismas tareas, continúan en el anonimato las labores del hogar y de crianza de los hijos. En Islandia, por ejemplo, los hombres tienen el derecho y la responsabilidad de un permiso de “paternidad” al nacer su hijo. Un ejemplo seguramente no tan sencillo de adaptar a la realidad mexicana, pero que hace mucho la diferencia.

[1] Lectura sugerida: https://nomada.gt/nosotras/volcanica/que-hacemos-con-las-olas-denuncias-por-violencia-machista/

Seguimos creyendo que la equidad de género es un problema que sólo incumbe a las mujeres; cuando es algo que nos concierne a todos y todas como sociedad, y por lo tanto no se puede solucionar sólo con mujeres, con escrache y buenas intenciones. Hace el mismo daño un piropo callejero no deseado, que mi abuelita cuando me dice que no puedo levantar cosas pesadas porque “se me viene el niño”.

Para mí el ser mujer es estar siempre en posición de ataque, estamos siempre a la defensiva de todo, de salir a la calle por las noches, de los piropos de albañiles, de los carteles gigantes con cuerpos artificiales de mujeres… y estar siempre a la defensiva termina por ser agotador y por no dejar espacio para nada más. ¿Cómo puede una mujer crear; cuando gana un sueldo miserable, cuando tiene que tomar el camino más largo a casa porque es el más seguro, si cuando llega a su casa no descansa, y le toca doble turno con el trabajo doméstico que es todavía menos remunerado, cuando le dicen que la máxima realización que tendrá es ser madre?

El #MeTooMéxico y todas sus variantes funcionó muy bien sobretodo como ejercicio de catarsis colectiva, como medio de expresión para cientos de mujeres que no habían podido alzar la voz. Sirvió para recalcar la ineficiencia del sistema de justicia penal, para prevenir y alertar a otras mujeres sobre los acosadores de siempre y de otros no tan sabidos. Se hizo un foro en la capital y desde distintas ciudades de la provincia nos hicimos un hashtag propio; pero ¿cuál es el futuro del #MeToo a unas semanas de su máximo esplendor, en lo que parece un pleno declive?

Dice Virginia Woolf que “es funesto para una mujer subrayar en lo más mínimo una queja, abogar, aun con justicia, por una causa; en fin, el hablar conscientemente como una mujer. Y por funesto entiendo mortal; porque cuanto se escribe con esta parcialidad consciente está condenado a morir. Deja de ser fertilizado. Por brillante y eficaz, poderoso y magistral que parezca un día o dos, se marchitará al anochecer; no puede crecer en la mente de los demás” (Woolf, 1929, p.140). De no tomar acciones a la brevedad posible, esta cita se convertirá en verdad, sino es que ya lo es.

El #MeToo camina sobre la cuerda floja de convertirse en una estrella fugaz, algo así como los whatsapp de la mexicanita pero a nivel global[2]; que de seguro sirven como denuncia y catarsis pública; pero la mayoría de la gente los escucha porque “dan risa”, los olvidan tan pronto como pasan al siguiente audio. Esta plataforma debería de ser más como un temblor, que nos obliga a replantearnos nuestras raíces como sociedad y el lugar en el que estamos paradxs. Dijo Simone de Beauvoir que “una mujer no nace, se hace”. ¿Qué significa ser mujer, en pleno siglo XXI?

 

[2] Estimadx lectorx: si usted no entiende esto es porque de seguro no vive en Aguascalientes, me disculpo por las molestias que pueda ocasionarle, pero me niego a hacerle más publicidad a JLM