Dentro del espacio público, se pueden percibir las formas en que los vagabundos se apropian de él, y comunican su pertenencia. Una pila de cobijas debajo de una marquesina, o una especie de tienda armada con cartones u objetos cotidianos, son un ejemplo de esto

Los vagabundos son sujetos importantes para entender aspectos concretos sobre las ciudades. A través de ellos, podemos ver cómo funciona una sociedad, sus virtudes, sus carencias, y cómo esta sociedad está ligada a las dinámicas urbanas. Es claro que analizarlos puede incumbir a diferentes disciplinas, pero la visión que abordaremos tiene que ver con la arquitectura y la ciudad.

A menudo vemos a las personas itinerantes como un grupo a quien omitir o pasar por alto al momento de hablar de las cosas buenas de una ciudad, o bien, que simplemente tiene poca importancia en el diseño de las ciudades. La realidad es que su presencia es innegable en la Ciudad de México, por no hablar de otras ciudades del país, de Latinoamérica, o del mundo.

Las interacciones de las personas con el espacio público dicen mucho sobre la estructura social de una población. Analizar estas interacciones nos permite saber si una sociedad coexiste, o tiene anomias. Una anomia es el conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación (Real Academia Española, 2017). De la anomia podemos decir que es el resultado de la ausencia de normas sociales, que a la vez se vuelven ambiguas por los acelerados cambios organizacionales que han enfrentado las sociedades en la modernidad. Podemos ver a las personas itinerantes como el resultado de estas anomias, o como aquellos sujetos a quienes se dirigen las dinámicas de exclusión en el espacio público; es decir, la supresión de todo aquello que resulte incómodo, o entorpezca un modelo social que se busca mantener.

Las personas en situación de calle nos permiten entender que dentro del espacio público hay submundos privados, que dan lugar a dinámicas de territorialidad o propiedad basadas en convenios sociales o intervenciones físicas; es decir, dentro del espacio público, se pueden percibir las formas en que los vagabundos se apropian de él, y comunican su pertenencia. Una pila de cobijas debajo de una marquesina, o una especie de tienda armada con cartones u objetos cotidianos, son un ejemplo de esto. De pronto, la ciudad tiene más capas que la simple delimitación entre el espacio público y el privado, que ha servido para definir los espacios y sus usos a una escala de planificación urbana. Lo que me parece importante destacar sobre los vagabundos es su profundo conocimiento de la calle como ambiente y de sus normas implícitas. La supervivencia es la premisa fundamental para las formas en que las personas itinerantes ocupan el espacio público. Ellos saben qué lugares de la ciudad son peligrosos, o presentan dificultades para sus actividades cotidianas; saben dónde es adecuado pasar la noche, trabajar, o simplemente pasar el día. Su forma de moverse y estar en el espacio público, ha logrado distanciarse de las dinámicas del resto de la sociedad, y esto es, en parte, debido a la exclusión, pero también porque tienen una forma alternativa de comunicarse entre ellos.

 

En su libro En ruta. Seguido de escritos políticos, el escritor norteamericano Jack London narra el pedazo de su vida en que fue mendigo, y explica que se encontró con una comunidad itinerante que tenía un lenguaje establecido para comunicar la situación de cada lugar del espacio público, qué tan peligroso o accesible era; en otras palabras, este lenguaje era una verdadera guía de supervivencia para todo aquel que habitara el espacio público. Sobre el autor, se sabe que “su constante peregrinar le dejó testimonio de la existencia precaria de sus semejantes más desfavorecidos: la desesperación de los que no tenían trabajo o soportaban en él toda clase de abusos, así como la dureza del frío, el hambre y el cansancio” (G. Soriano, 2009).

Pensamos a los vagabundos como personas sin oficio, que habitan las calles de la ciudad mendigando dinero, y en algunos casos esto es cierto, pero hay otro porcentaje de personas que viven en la calle y también realizan actividades para generar ingresos. Para ellos, la calle es un ambiente cargado de símbolos ligados a su forma de habitarla, un lugar que otorga identidad y al que ellos otorgan un significado. Esta relación es fundamental para entender al espacio público como algo más que un escenario para dinámicas sociales esperadas. Se trata de una lectura compleja que puede permitirnos reaccionar de manera distinta a una exclusión que sólo refleja una falta de interés por entender a quienes se mantienen fuera de la convención que nos interesa mantener como sociedad.

Referencias

Berroeta, H. y Muñoz, M. I. (2013). Usos y significados del espacio público en personas en situación de calle. Un estudio en Valparaíso y Viña del Mar. Revista de Psicología, 22(2), 3-17. doi: 10.5354/0719-0581.2013.30849

Soriano José Miguel. “Reseña Jack London: En Ruta Seguido De Escritos Políticos.” El Imparcial, 4 Diciembre 2009, www.elimparcial.es/noticia/53128/los-lunes-de-el-imparcial/jack-london:-en-ruta-seguido-de-escritos-politicos.html.

López Fernández, María del Pilar. “EL CONCEPTO DE ANOMIA DE DURKHEIM Y LAS APORTACIONES TEÓRICAS POSTERIORES.” Revista De Ciencias Sociales De La Universidad Iberoamericana, Julio 2009, pp. 130–147.