Hablar de violencia en torno a la arquitectura se puede hacer desde diferentes enfoques y vertientes. Podríamos hablar de edificios o intervenciones urbanas que favorecen la actividad criminal, o la inseguridad en las ciudades. Particularmente, Latinoamérica tiene muchos ejemplos a propósito de este enfoque. Otra forma de abordar la violencia es leyéndola a través de las cicatrices o marcas que deja en los edificios. Sé que esta lectura puede parecer un tanto superficial, pero creo que a través de una mirada tan sencilla como ésta pueden abrirse muchos temas de discusión. La arquitectura es un testigo inevitable del tiempo y de lo que sucede mientras corre. Los edificios más antiguos han presenciado la evolución de las ciudades en las que se emplazan, y en muchos casos, los rompimientos que dan paso a un cambio social son actos violentos. Golpes de estado, ataques, saqueos, o protestas, son algunos de los actos que dejan las marcas sobre las que me interesa discutir en esta ocasión. Los espacios en donde comúnmente tienen lugar estos actos son plazas públicas, monumentos, o edificios de gobierno, pues reúnen características que los hacen ser significativos para fines políticos y/o sociales.

Al pensar en esto, podemos preguntarnos cuál de los edificios que se erigen en nuestra ciudad tiene la mayor cantidad marcas de violencia que podríamos identificar. No existe una respuesta específica a esta pregunta, pues podríamos reunir diferentes candidatos, pero un camino lógico a seguir es pensar en los edificios más longevos. Por simple aritmética, han tenido más tiempo como ser testigos, y por tanto, podrían reunir más historias que contar. Siguiendo este razonamiento, un buen candidato para este ejercicio de lectura es Palacio Nacional.

Este edificio se erigió sobre las ruinas del palacio de Moctezuma, en uno de los actos de poder más literales que se dieron durante la conquista de 1521. El acto de erigir un palacio de gobierno e impartición de justicia sobre los restos de un edificio de gobierno anterior, es una forma abrupta de marcar el inicio de un periodo político, y una forma de producir un primer testigo de lo que tendría que suceder para que la Ciudad de México tenga las características que hoy podemos enumerar. Tras este nacimiento disruptivo seguirían diferentes ataques o actos violentos que tienen un rumbo paralelo al de la evolución de nuestra ciudad.

El primero del que se tiene registro es el de 1692, conocido como “el gran tumulto de la Ciudad de México”. Este fue un acto de protesta contra las autoridades del virreinato a través de la quema del edificio. Poco tiempo después, el virrey Gaspar de Sandoval ordenó su reconstrucción. El palacio tuvo un uso complementario como cárcel hasta 1830. En 1840 hubo un cañoneo que orquestó Valentín Gómez Farías, causando daños al baluarte suroeste del edificio. En 1850, el general Mariano Arista mandó tapiar la antigua puerta de la cárcel, y el espacio que ésta ocupaba fue destinado al Batallón guardia de Supremos Poderes. Aunado a esto, se construyó una puerta al norte, a la que se llamó puerta mariana, en honor al general.

Los ataques continuaron conforme la inestabilidad política se tornó parte de lo cotidiano. En 1913, el edificio fue testigo de la Decena Trágica, cuando Félix Díaz y Bernardo Reyes organizaron una sublevación contra Madero e intentaron tomar el palacio. De este acontecimiento quedaron marcas en algunos muros. Lamentablemente, hoy no podemos verlas, pues fueron cubiertas tras un trabajo de restauración durante el mandato de Plutarco Elías Calles. Con estos trabajos, el edificio fue cubierto con cantera en su fachada.

En 1968, los pertenecientes al movimiento estudiantil pegaron carteles en contra del gobierno de Díaz Ordaz en la fachada del palacio, y tras esto, se instalaron vallas metálicas para protegerlo de futuros daños. En 1984, durante el desfile del día del trabajo, un civil lanzó dos bombas molotov al edificio: una hacia la puerta mariana, y otra hacia el balcón presidencial. Sumado a los daños al palacio, algunas personas resultaron heridas. Como estos acontecimientos que dejan marcas hay otros que podríamos enlistar con mayor detalle. Lo interesante de este enfoque, es que podemos mirar a los edificios como narradores testigo de una historia sin la cual la ciudad sería muy diferente. Particularmente, creo que caminar junto a edificios históricos y preguntarse por lo que ha tenido lugar en ellos, es una dinámica que enriquece nuestra experiencia de la ciudad.

Referencias:

  1. Sánchez Medel, Leticia. “Palacio Nacional: una historia de agravios.” Milenio. Cultura (11 de noviembre de 2014). Consultado el 12 de noviembre de 2017, en: <http://www.milenio.com/cultura/atentados_Palacio_Nacional-agravios_Palacio_Nacional-queman_puerta_Palacio_Nacional_0_407359267.html>
  2. Sin autor. “Palacio Nacional Historia.” Sitio web del Palacio Nacional (sin fecha.) Consultado el 15de noviembre de 2017, en: <http://www.historia.palacionacional.info/visita-informativa/introduccion.html>