La arquitectura mexicana del siglo XX fue tejida por distintos personajes, que con su visión particular sobre la mexicanidad, la modernidad, la estética o la búsqueda que debía concernir al gremio, aportaron obras que hoy son referente histórico inmediato. La divergencia presente entre estos personajes dio lugar a conflictos dados por posturas antagónicas, o por momentos de crisis que por alguna razón no pudieron simplemente superarse. Uno de los conflictos más interesantes de la modernidad arquitectónica de la Ciudad de México se dio entre los arquitectos Carlos Obregón Santacilia y Mario Pani Darqui. Ambos, autores de obras sin las que sería difícil imaginar la ciudad.

Carlos Obregón Santacilia

Arquitecto mexicano nacido el 5 de noviembre de 1896 en la Ciudad de México. En 1916 ingresó a la Academia de San Carlos con maestros como Manuel Ituarte y el Ingeniero José Luis Cuevas. De ellos y otros presentes durante su formación, Obregón hizo propia la misión de lograr una arquitectura propiamente mexicana que fuera congruente con su evolución hacia la modernidad. Para 1924, concluyó sus estudios con el examen profesional de su proyecto “Centro educativo”. Antes de este momento, Obregón ya había participado en un proyecto de talla internacional, al ser ganador, junto con Carlos Tarditi, del concurso para el Pabellón de México en la Feria Internacional de Río de Janeiro de 1922 con un proyecto compuesto por elementos referentes a la arquitectura del centro histórico de la capital del país.

Tras este proyecto, en 1923 se asignó al arquitecto la tarea de diseñar la escuela primaria Benito Juárez. Esta obra devino en un edificio con reminiscencias de un convento por su partida dada a partir de patios que articulaban los espacios construidos. La materialidad de la escuela es un claro primer gesto de las inquietudes y objetivos que distinguirían su obra: la modernidad mexicana que indaga en sus raíces mientras atiende la funcionalidad de sus esquemas. Carlos Obregón fue autor de cerca de 150 obras que realizó entre 1920 y 1960, entre ellas destacan: el Banco Nacional de México (1926-1928), ubicado en la esquina de las calles 5 de mayo y Eje central Lázaro Cárdenas, Ciudad de México; el entonces Departamento de Salubridad (1926-1929), en la esquina de Paseo de la Reforma y Avenida Chapultepec, Ciudad de México; y el más conocido por su presencia en el perfil general de la capital mexicana, el Monumento a la Revolución (1933-1937), ubicado en la Plaza de la República. Además de su obra edilicia, el arquitecto escribió ensayos sobre arquitectura, entre los que destaca aquel titulado “50 años de arquitectura mexicana” publicado en 1952 por Editorial Patria. Su obra escrita obedece a que consideraba inconcebible la creación de arquitectura que valiera la pena, sin la presencia de la reflexión teórica.

Mario Pani Darqui

Arquitecto mexicano nacido en la Ciudad de México en 1911. A los siete años dejó el país por exigencias del trabajo de su padre, y con su familia vivió en distintos países europeos. Pani estudió arquitectura en la Escuela de Bellas Artes de París, titulándose en 1934 cuando tenía 23 años. Al poco tiempo, la familia Pani regresa al país y Mario inicia su carrera con un conflicto, del que hablaremos más adelante, con el Arquitecto Carlos Obregón. Por su formación francesa, Pani tenía muy presentes las ideas introducidas por Le Corbusier tanto en el urbanismo, como en el diseño arquitectónico, y éstas se harían presentes en su obra. Se dice que los edificios de Mario Pani son la cara de la modernidad arquitectónica mexicana, y lejos de discutir si esto es cierto o no, sería un error negar que conforman una parte muy importante de este periodo. La escuela Normal de Maestros (1945-1947) es prueba de una limpieza formal y geométrica, a la que se sumó la atención a las exigencias de la era del automóvil mediante estacionamientos. El Conservatorio Nacional de Música (1946-1947) tiene aproximaciones distintas, pues rompe la ortogonalidad y otorga al proyecto organicidad mediante muros curvos y vistas hacia el exterior. Una de sus más grandes aportaciones a la arquitectura es el primer edificio multifamiliar de México, que después mostraría su evolución en conjuntos como el Centro Urbano Presidente Alemán (1947-1949), en la Colonia del Valle, o el Centro Urbano Presidente Juárez (1950) que se diseñó con la intención de superar al anterior, pero sufrió severas afectaciones tras el sismo de 1985. La misma suerte corrió para la Unidad Nonoalco Tlatelolco.

Además de estas aportaciones, Pani estuvo a cargo, junto con Enrique Del Moral, del plan maestro de Ciudad Universitaria, obra que es conocida como representativa de la arquitectura mexicana del siglo XX. Este proyecto se distingue por la coordinación de un equipo multidisciplinario del que formaron parte otros grandes personajes de la modernidad, como Juan O’Gorman, José Villagrán o Pedro Ramírez Vázquez, quienes fueron autores de distintas piezas del conjunto.

El Conflicto

La rivalidad entre estos personajes inició alrededor de 1935, cuando el Ingeniero Alberto J. Pani, tío de Mario Pani y Secretario de Hacienda próximo a retirarse, construía el Hotel Reforma, cuyo proyecto arquitectónico estaba a cargo de Carlos Obregón Santacilia. La relación laboral entre el Ingeniero Pani y Obregón surgió cuando este último presentó ante el primero la propuesta de diseñar un monumento conmemorativo de la Revolución en la entonces abandonada cúpula del que iba a ser el Palacio Legislativo antes de que iniciaran los enfrentamientos en 1910. Tras el Monumento a la Revolución, ambos comenzaron a construir juntos, pero es cuando Mario Pani regresó a México que su tío lo incluyó en el equipo del Hotel Reforma. La conclusión, un tanto cargada de eufemismos, es que por una diferencia de opinión entre Alberto J. Pani y Carlos Obregón, el primero nombró a su sobrino a cargo del proyecto del Hotel Reforma, dejando fuera a su antiguo socio. Mario Pani aceptó el nombramiento (las fuentes varían en la forma en que aceptó, pero la conclusión es que lo hizo), y en el autor del Monumento a la Revolución sólo quedó una profunda indignación.

Obregón acusó a los Pani del robo de su proyecto frente a la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, pero el conflicto no cesó con este acto, pues continuó con pruebas y acusaciones. Finalmente la balanza se inclina hacia Mario Pani. Ambos arquitectos siguieron caminos distintos, aunque Mario Pani se convertiría en una figura con mayor fama. La confrontación continuó en 1951 durante la construcción de Ciudad Universitaria, cuando Carlos Obregón publicó la “Historia folletinesca del Hotel del Prado” acusando nuevamente a los Pani, y curiosamente quedando a cargo de esta obra poco tiempo después. Los golpes de su rival hacia Obregón Santacilia se dieron cuando su proyecto para el Aula Magna de Ciudad Universitaria, diseñado en colaboración con Mauricio Gómez Mayorga, no se llevó a cabo.

Este conflicto tuvo lugar durante la creación de grandes obras de arquitectura de las que sus involucrados formaron parte. Por decirlo de una manera muy burda, Pani “atacaba” a Obregón Santacilia adquiriendo posiciones de decisión en proyectos, con la posibilidad de dejarlo fuera, mientras que Obregón Santacilia atacaba a Pani por medio de su obra escrita, particularmente con crítica hacia su vivienda colectiva. Tomar partido por uno u otro no es menester de este texto, pues es claro que ambos personajes son claves para la historia de la arquitectura mexicana. La intención es humanizar a estas figuras, mostrando que como siempre ha sido, no todos los miembros de un gremio están siempre de acuerdo con sus colegas.

Referencias

Hernández, A. (2016). Mario Pani. Consultado en abril 13, 2017, en: http://www.arquine.com/mario-pani/

Ortega, N. S. (sin fecha). Carlos Obregón Santacilia. UAM. Casa Del Tiempo. Biografías, 179–187.

Prieto, A. (2013). Mario Pani: 10 claros y obscuros en su arquitectura. Consultado en abril 13, 2017, en: http://www.obrasweb.mx/arquitectura/2013/03/27/10-claros-y-obscuros-en-la-vida-del-arquitecto-mario-pani

Vázquez, J. (sin fecha). Historias folletinescas. UAM. Casa Del Tiempo. Difusión., 4, No. 47, 52–55.