Fotos: Bárbara Zepeda

 

(Este texto viene de El color de la tristeza)

Me dijo Joel que, hacia un par de semanas que todavía había escuchado a algún turista, como yo, preguntar en donde estaba el chalet que se quemaba al final de la película.

Sorprende porque han pasado más de treinta años del estreno de la película. Betty Blue o 37° le matin (clic aquí para leer más), su título original. A Joel más que sorprenderle le molesta un poco la pregunta, porque dice que tiene ya la respuesta: “o están imbéciles o se quedaron dormidos a los quince minutos de que empezara la película” afirma. Aunque fue nominada a los Oscars como mejor película de habla no inglesa, Betty Blue no es tan popular entre la cinematografía francesa, e incluso dentro de Francia, no es tan conocida, excepto en la ciudad de Gruissan.

Yo vi la película por primera vez dividida en dos partes  en las clases de diseño de producción en la universidad. Vimos el director’cut, que dura casi tres horas.

Para llegar a Gruissan, que es en donde se filmó la primera parte de la película; no es tan fácil si no se cuenta con vehículo propio, a diferencia de muchas ciudades europeas. La estación de tren más cercana está en la ciudad de Narbonne, y para llegar ahí se toma un bus del otro lado de la ciudad, que pasa cada hora.

Gruissan se divide en tres partes: el centro, el puerto y los chalets, que están a un costado de la playa. En un principio eran las casas en las que vivían los pescadores y estaban en su totalidad construidas en madera y con diques para evitar que la marea alta cause inundaciones.

Ahora este problema está resuelto porque construyeron un muro de piedra a la orilla de la playa, y cada propietario hizo lo que le vino en gana con su chalet. Aquí se nota el paso del tiempo, hay quienes reforzaron los diques con cemento, construyeron garages, cuartos y asadores. Pintaron y repintaron. Construyeron incluso unos chalets mas nuevos que según dicen, cuestan un millón de euros (y sin amueblar).

Joel y su hermano Renaud viven en uno de los chalets de la parte vieja. Es una casa modesta pero sin privaciones. La parte de abajo que servía de mercería en los tiempos de sus abuelos, ahora es un taller mecánico. La parte de arriba es la que sirve de casa, Tienen un lavavajillas y una pantalla plana a mitad de la sala. Nunca salen de vacaciones, dicen que no tienen necesidad, que vivir en Gruissan es como vivir siempre de vacaciones; aunque la ciudad no siempre es la misma, y cambia según las estaciones.

En verano está llena de gente, de turistas que rentan los chalets por semana o por mes. Pareciera que nunca existió el COVID ni las mascarillas reutilizables; los meses en cuarentena se olvidan fácil con la finura de la arena y lo picado del mar.

El inverno es duro: el viento sopla con fuerza y las casas están mal aisladas; la ciudad esta desierta, los turistas se han ido se queda la población original de unos cuatro mil habitantes, jubilados, mujeres y niños. Se quedan Joel y Renaud en su chalet, en sus vacaciones permanentes; aunque el inverno.

Aquel mítico chalet en donde vivían los protagonistas de la película, fue construido ex profeso para la producción y efectivamente fue quemado en un estacionamiento cerca de la playa. Eran aquellos ya difusos años 80’s en los que para las películas de autor, seguían muy lejanos los efectos especiales y las Computer Generater Imagery.

Ahora no hay rastro ni de Betty ni de Zorg; ni siquiera en verano, cuando los vacacionistas regresan a sus chalets en bicis o a pie cuando la marea está muy fuerte y los salvavidas alzan la bandera roja. En las calles, se juntan grupos a jugar a la petanca o se quedan sentados en las terrazas de sus chalets a tomarse una cerveza y a sentir la brisa del mar.

Imagen 2 y 6 tomada de film-grab.com