¿Cuántos más van a necesitar morir para que esta guerra acabe?

Preguntó Marielle Franco, socióloga y concejala carioca, en su cuenta de twitter1 el día 13 de marzo. Todo esto en el marco del fallecimiento de Matheus Melo, un jóven de 23 años asesinado por la policía militar en la favela de Jacarezinho. Un día después ella misma atravesaría por la misma suerte, al ser encontrada con cuatro tiros en la cabeza de cartuchos pertenecientes a las municiones de la policía de Río. Yo me pregunto, ¿cuántas mujeres más necesitan morir para que esta guerra acabe?, ¿Qué tienen en común la destitución de Dilma Rouseff como presidenta y el asesinato de Marielle Franco? ¿Son ambas víctimas de una guerra contra las mujeres o son combatientes políticas? Sobre esto profundizaré en el siguiente artículo, abordando las reflexiones que Rita Laura Segato, antropóloga feminista brasileña, plantea en su libro: “La guerra contra las mujeres”2. El título de esta publicación es producto de la observación que realiza en su esfuerzo por escribir una etnografía del poder patriarcal3 en América Latina.

La autora observa que en las relaciones entre los géneros en nuestra realidad latinoamericana se impone un mandato masculino que genera violencia misógina y homofóbica (transfóbica y lesbofóbica), coloca a las mujeres en el ámbito doméstico, fuera de la arena pública y la participación política, construye señoríos o posiciones de poder económico basados en la alta concentración de riqueza, y coloca al cuerpo de las mujeres no sólo como mercancía, sino como herramienta para realizar pactos de poder y complicidad.

Esta guerra contra las mujeres se encuentra liderada por un sujeto universal: hombre, blanco, heterosexual, padre de familia, propietario, letrado quien en nuestros tiempos busca imponer lo que Segato denomina la crueldad pedagógica; la crueldad como mensaje, y sometimiento, impuesto a los otros cuerpos, que no forman parte del patrón del sujeto universal. Un ejemplo es Brasil, donde ha sucedido un ataque directo a mujeres como la ex presidenta Dilma Rousseff y la concejala de Río de Janeiro, Marielle Franco. Quiénes además de revertir el orden patriarcal, apostaban por nuevas formas de hacer política.

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Dilma Rouseff, rompe desde muy joven con el patrón de “mujer doméstica”, ya que desde los 16 años formaba parte de un grupo guerrilla urbana marxista, una de las organizaciones políticas que se oponían al gobierno militar de Brasil (1964-1985). “Como consecuencia de su activismo, Dilma fue torturada y enviada a la cárcel durante casi tres años, entre 1970 y 1972. Después de ser liberada, reanudó sus estudios y se graduó como economista de la Universidad Federal de Río Grande do Sul. Rousseff se unió al Partido de los Trabajadores en el año 2000. En el gobierno de Lula da Silva fue nombrada ministra de energía y posteriormente candidata presidencial por el mismo partido”4.

Así, en el año 2011 se convirtió en la primer mujer presidenta de Brasil, país más grande de América Latina, con el voto de alrededor de 55 millones de brasileños y brasileñas. Su primer periodo concluyó en  2014, año en que volvió a contender, ganando la reelección con el 51% de los votos en la segunda vuelta electoral. La instalación de una comisión para investigar los abusos de régimen militar y los resultados obtenidos en materia de métodos de tortura aplicados por agentes del régimen, así como la identificación de 377 responsables de asesinatos y violaciones de derechos humanos, forma parte de su legado como mandataria, además de la promulgación de la ley contra la desigualdad social donde se estableció que mitad de los cupos de ingreso en las universidades federales sean para personas negras, multas, indígenas y pobres. Logrando así que en 2015, según cifras oficiales, ingresaran 150,000 estudiantes con estas características.

Con la bandera del “combate a la corrupción” y liderados por el entonces vicepresidente Michel Temer, políticos y funcionarios de derecha, votaron a favor de realizar un juicio político a Dilma Rouseff. La fuerza de los miembros del bloque parlamentario conocido en Brasil como “Las tres B: “Balle(Bola)”, compuesto por diputados vinculados con la policía militar, escuadrones de la muerte (paramilitares) y otras milicias privadas, “Boeuf (Res)”, grandes propietarios de ganado y “Bible (Biblia)” los fundamentalistas neo-pentecosteses. Así, después de negociaciones y votaciones pactadas en mayo de 2016, Dilma fue destituida de su cargo.

A partir de este periodo y hasta el próximo 7 de octubre de 2018, próximas elecciones presidenciales en Brasil, Michel Temer se coloca como dirigente ejecutivo del nuevo proyecto político, que puede ser descrito a la perfección como patriarcal, ya que instaura a los “hombres de confianza” de la oligarquía de la derecha brasileña, la cual busca resguardar sus intereses financieros, industriales, agrícolas, e ideológicos. Como ejemplo podemos ver las fotos de toma de gobierno de Temer y destitución de mandato de Dilma (https://elpais.com/internacional/2016/05/13/actualidad/1463171897_512719.html), donde se aprecia el desplazamiento y la expulsión de la arena política no sólo de las mujeres, quienes en el antiguo gabinete, ocupaban la dirigencia de siete ministerios, sino también de las personas afrodescendientes, quienes en un país como Brasil, el 50% de su población se declara negra o mulata.

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Lamentablemente, siguiendo el curso de los hechos, uno de los ejemplos más recientes de la guerra hacia las mujeres en Brasil, es el  asesinato de Marielle (Marieli en español) Franco, el pasado 14 de marzo. Ella fungía como concejala electa del congreso local de Río de Janeiro, formaba parte del 10% de las concejalas mujeres en este congreso. Asimismo, representaba a la favela de Maré, de donde era originaria. Su triunfo electoral con 46,000 votos la colocaron entre las cinco candidatas más votadas de ese periodo. El apoyo que Marieli recibía se debía al trabajo que realizaba en su comunidad, donde se centraba en la defensa de los jóvenes, las personas negras y afaveladas, a quienes claramente veía como los sectores más vulnerables.

El nuevo proyecto de gobierno coloca como objetivo la militarización de Brasil para el control social y “contención de la violencia”, además de los cambios económicos que favorezcan a la oligarquía, como la reciente propuesta de reforma laboral, la cual atenta contra la jubilación de los trabajadores. Marcelo Crivella, alcalde de Río y partidario de las políticas de Temer inició el 16 de febrero la intervención militar en la ciudad, hecho al que Marieli se oponía abiertamente.

En los 15 meses que llevaba en el cargo, Marieli logró colocar 76 proyectos políticos en la agenda de trabajo. Su forma de hacer política radicaba en la cercanía con las mujeres de su comunidad, el trabajo con diversos grupos de izquierda y su militancia como feminista y mujer lesbiana. La noche de su asesinato  y del de su chofer, a bordo de su automóvil, ella regresaba de participar en el diálogo: “Mujeres negras moviendo estructuras”. Marieli logró en vida tejer comunidad a partir de los fragmentos existentes en su realidad. Lo que la convertía en un otro peligroso para el control autoritario.

Tanto el ejemplo de Dilma como el de Marieli, nos invitan a reflexionar en torno a la guerra que en Brasil se libra hacia las mujeres, quienes constituyen el 53% de la población y buscan ser desplazadas mediante su exterminio, tanto físico como ideológico, de la esfera pública y el liderazgo político. Aniquilamiento perpetrado por el poder patriarcal, encabezado por el gobierno de Michel Temer y sus aliados políticos, los hombres del grupo de “Las tres B”, quienes en sus diversas expresiones han encabezado los cambios en Brasil, y en la región latinoamérica, hacia la derechización. La transformación de estos hechos podemos observarlo claramente desde el año 2011 con la elección de Dilma a la presidencia y ocho años después, con la ejecución de Marieli, la cual constituye la primer ejecución política de la intervención militar en Río.

  1. @mariellefranco
  2. Disponible en línea, descarga gratuita: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map45_segato_web.pdf :
  3. Para Rita Segato, el patriarcado, o relaciones de género basadas en desigualdad, es la estructura política más arcaica y permanente de la humanidad. Presente en los mitos de fundación de numerosas culturas y agravado por los procesos de conquista y colonización, que persisten hasta nuestros días. Es fundador de todas las demás desigualdades que constituyen los poderes: económico, político, intelectual, artístico, etc.
  4. http://www.elfinanciero.com.mx/bloomberg/de-la-guerrilla-al-juicio-politico-la-historia-de-dilma-rousseff

Fotografía 1: Por Mídia NINJA [CC BY-SA 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)], via Wikimedia Commons

Fotografía 2: Por José Cruz/Agência Brasil [CC BY 3.0 br (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0/br/deed.en)], via Wikimedia Commons

Fotografía 3: Por José Cruz/Agência Brasil (Agência Brasil) [CC BY 3.0 br (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0/br/deed.en)], via Wikimedia Commons

Fotografía 4: Por Senado Federal [CC BY 2.0 (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0)], via Wikimedia Commons