Texto: Diana García
 

Escuché el nombre Mariana Enriquez por primera vez en palabras de mi hermana hace ya unos 3 años. Me sugirió que leyera el cuento Las cosas que perdimos en el fuego, una historia de terror que la había impresionado por tratar con crudeza los límites a los que puede llegar la violencia en contra de las mujeres. En aquel momento no logré conseguir el libro, pero el nombre de Mariana Enriquez y su cuento se quedaron grabados en mi mente hasta que por fin tuve el libro en mis manos, un año después.

Mariana Enríquez nació en 1973 en Lanús, Argentina. Durante su infancia su abuela le contaba cuentos y leyendas que la impactaron y en algunos casos la obsesionaron por años. Estudió periodismo en la Universidad Nacional de la Plata, pues además de su gusto por las letras, siempre tuvo un gran amor por la música, en específico por el rock, por lo que en su juventud pensó en dedicarse al periodismo musical. Como estudiante escribió su primera novela Bajar es lo peor (1995), que fue publicada por la editorial Planeta. Aunque pudiera parecer que después de publicar una novela en una editorial tan famosa significaría que se inclinaría de lleno al ejercicio de la escritura literaria, durante un tiempo no se enfocó mucho a ello, pues se dedicó a la labor periodística de tiempo completo en el periódico Página 12. En la actualidad, aún trabaja como subeditora del suplemento Radar (Suplemento de arte, ocio, cultura y estilos) de este periódico. Ese periodo le sirvió para seguir leyendo, cultivando y buscando su propio estilo literario. Actualmente es también la directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes. 

El terror con matices latinoamericanos

Mi primer encuentro real con la literatura de Mariana fue durante la pandemia, específicamente durante el inicio de la cuarentena en México: semáforo rojo, escuelas, oficinas y restaurantes cerrados, muchos enfermos. Como si ese ambiente no fuera suficientemente apocalíptico decidí pasar algunos días leyendo, cuentos de terror, entre ellos los de Mariana. Encontré el libro que hacía un tiempo había comprado mi hermana en el librero de casa de mis papás.  Al principio, pensé que no sería un buen momento para comenzar a leerla, sin embargo, después de unos cuantos cuentos leídos me di cuenta que sus textos me estaban ayudando a no perder de vista que afuera el mundo seguía girando, las problemáticas sociales no dejaban de existir bajo el contexto de una pandemia. Leerla fue una terapia cruda que me trajo de vuelta al mundo que por momentos creía reducido a las cuatro paredes que me resguardaban de la nueva enfermedad.

Mariana Enríquez considera a H.P. Lovecraft y Stephen King como algunos de sus escritores predilectos a la hora de escribir sus historias. Lo anterior nos deja una primera pista del tipo de literatura que escribe: historias que erizan la piel, que intrigan y que sacuden los nervios de más de uno.

Con un estilo directo, cuenta sus historias crudas con cierta distancia y perspectiva que nos recuerda que se formó como periodista. En sus cuentos entremezcla la fantasía y la realidad con el horror, retrata lo terrorífico que puede ser vivir en Latinoamérica, pues convivir con la violencia a la vuelta de la esquina ha hecho que los matices entre el horror y la cotidianidad queden cada vez más difusos. 

Sus temáticas oscuras usualmente tienen que ver con la pobreza, la violencia machista y los estragos de la dictadura argentina y es ahí donde Mariana viene a refrescar el género del terror, pues los fantasmas y monstruos ya no sólo están en los castillos góticos de Europa o en pueblos solitarios de Estados Unidos, como en los clásicos de terror, ahora son monstruos humanos que conviven en la realidad social latinoamericana, y pueden estar en las calles o en las casas, incluso disfrazados de ideas como el machismo. 

Su producción literaria

En Bajar es lo peor (1995), novela que publicó a los 21 años, Mariana Enríquez aborda la desenfrenada realidad juvenil de los noventas con una narrativa gótica muy particular. En los doce cuentos que conforman Los peligros de fumar en la cama (2009) explotan el terror que puede haber en lo cotidiano. Algunas de sus publicaciones más recientes son, por un lado, la colección de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego de 2014, que terminaron de consagrarla como una de las mejores escritoras de terror contemporáneo y la hicieron ganadora del  Premio Ciutat de Barcelona; por otro lado está su novela más reciente Nuestra parte de Noche (2019) que le valió el Premio Herralde de la editorial Anagrama. 

Mariana hace que los miedos lejanos parezcan cercanos y posibles, habla de lo incómoda que puede resultar la realidad, no tiene reparos en resucitar tanto viejos, como latentes terrores sociales que muchos prefieren olvidar, todo con una maestría narrativa que estoy segura nos seguirá dando de qué hablar por mucho tiempo.

Referencias:

Diana García

 
Nací el 22 de octubre de 1995, en otoño. Recuerdo haberme interesando por leer literatura aproximadamente a los 15 años, en la Preparatoria Número 4 de la UNAM. Decidí estudiar Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero no me convencí de quedarme ahí porque sentía que necesitaba explotar mis gustos por la lectura y le expresión escrita de otra forma, por lo que cambié a la carrera de Comunicación, en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, donde encontré un hueco donde pude desarrollar mejor mis habilidades.
 
Al principio planeé dedicarme a los temas audiovisuales, pero conforme avanzaba la carrera me di cuenta que lo que más me gustaba era la comunicación escrita, por lo que entré a la preespecialidad de periodismo. Fue un camino largo, tanto en el sentido figurado como en el literal. Ahora estoy por terminar mi servicio en la Filmoteca de la UNAM donde he aprendido más sobre cine. Por otro lado, estoy trabajando en mi tesis, una genealogía de autoras latinoamericanas de literatura inquietante, siniestra o de horror, este es el porqué de mi enfoque temático, me parece importante que estos temas salgan más allá de las investigaciones de la academia, es necesario difundir muchas autoras que han quedado ocultas en las sombras del olvido histórico al que fueron relegadas por la cultura patriarcal.