A Guadalupe Dueñas, la infernal
y a su pluma celeste y terrenal.
“Dedicatoria”, Pita Amor
Collage: Humberto García
Hay muchas mujeres cuyo trabajo no ha sido lo suficientemente visibilizado. De manera injusta, en la literatura mexicana abundan los nombres de escritoras geniales cuyas obras cayeron en un inmerecido olvido, este es el caso de quien, según Elena Garro, fuera “la mejor cuentista de México”1: Guadalupe Dueñas.
Un 19 de octubre de 1910 nació en Guadalajara una niña muy observadora y creativa. Su infancia la pasó entre la religiosidad ferviente de su familia, las excentricidades de su padre -quien cazaba gatos para guisarlos y conservó el pequeño cadáver de su difunta hija Mariquita en un frasco-. Guadalupe Dueñas fue la más rebelde de sus hermanas y hermanos, maldecía a su padre cuando la despertaba con sus alabanzas matutinas y leía cuentos de fantasía a escondidas durante la misa.
Cuando creció sus padres la internaron en varios conventos de Morelia y de la Ciudad de México. Ahí practicó su escritura en un pequeño diario, un librito que llenó de reflexiones, versos e ideas de cuentos que compartió con su tío Alfonso Méndez Plancarte. Desde entonces él se convertiría en el principal promotor de su prosa, y en el más grande opositor de su poesía: “nunca vayas a publicar un verso. Tú no eres para la poesía, eres para la prosa que ya bastante poética te sale”.2
En la Ciudad de México formó parte de los talleres de Emma Godoy y de otros escritores importantes. Algunos de sus cuentos fueron publicados por la revista que codirigía su tío, y más tarde se distribuyeron en una publicación independiente editada e ilustrada por ella misma. En una feria del libro el encargado del estante del Fondo de Cultura Económica le permitió poner a la venta su autopublicación, que se vendió como pan caliente, sus letras llegaron a Emmanuel Carballo quien se encargó de publicarlas en el periódico México en la cultura. A partir de entonces, a sus 46 años, su carrera como escritora despegó al punto de llegar a convertirse en una de las más importantes escritoras mexicanas. La obra de Guadalupe Dueñas empieza a salir del olvido gracias a los tremendos trabajos de investigación de Patricia Rosas Lopátegui, ¡quien ha rescatado hasta sus poemas!
Para que ustedes queridas lectoras y lectores se den un quemón del estilo juguetón, tierno y cruel de Guadalupe Dueñas y vayan corriendo a leer cualquier cosa escrita por ella que se encuentren, les dejo esta pequeña selección de fragmentos de su colección de cuentos Tiene la noche un árbol (1958).
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- Leonardo Martínez Carrizales, “Guadalupe Dueñas. Antes del silencio”, Semanario cultural de novedades, 10 de febrero, 2002.
- Guadalupe Dueñas, la cuentista rebelde del siglo XX, Cultura INBAL, https://literatura.inba.gob.mx/7312-guadalupe-due%C3%B1as,-la-cuentista-rebelde-del-siglo-xx.html
Guadalupe Dueñas – Tiene la noche un árbol (1958)
La tía Carlota
Los ojos de mi madre son como un trébol largo donde hubiera caído sol. La sorprendo por los vidrios de la envejecida puerta. Baila frente al espejo y no le tiene miedo al Cristo. Los volantes de su falda rozan los pies ensangrentados. La contemplo con espanto temiendo que caiga lumbre de la. cruz. No sucede nada. Su alegría me asusta y sin embargo yo deseo quererla, dormirme en su regazo, preguntarle por qué es mi madre. Pero ella está de prisa. Cuando cesa de bailar sólo tiene ojos para mi padre . Lo besa con estruendo que me daña y yo quiero que muera.
Mariquita
Cuando contemplo el entrañable estuche que la guardó veinte años, se me nubla el corazón de nostalgia como el de aquellos que conservan una jaula vacía; se me agolpan las tristezas que viví frente a su sueño; reconstruyo mi soledad y descubro que esta niña ligó mi infancia a su muda compañía.
El moribundo
No me di cuenta cabal del drama de aquel hombre. Vivía de lo que él me inventó . Sería bella, dichosa, libre. Construyó mi futuro en vaticinios que no se realizaron. La felicidad no llegó nunca, pero el moribundo la pintó con pinceladas arrebatadoras, porque tenía la eficaz esperanza de realizarse en lo eterno.
Al revés
Profesor, ser sirena, absolutamente sirena, más que serlo por la carne, es privilegio de las que, como yo, lo somos por elección. Usted no entiende, pero también, deseoso de saber, entregó a eso, perdóneme, los mejores jugos de su espíritu. Yo insisto en ser sirena y pongo mi fuerza en conseguirlo, ser sirena no es lo que cree usted, ni éstas: amigo, déjeme que le diga así, la seducción no es asunto de sirenas; los simples ‘mortales no pueden verlo de otra manera pero en verdad es sólo amor, sabe, puro y potente amor, reunión y festejo de lo creado. Un canto de alabanza y quien nos oye se inflama en nuestro gozo y participa de esta gracia, y desaparece porque nosotras protegemos su deseo de compañía; pero nadie lo devora ni lo descuartiza.
Zapatos para toda la vida
Acabar con el calzado de puntas amarillas, con todos los guaraches, con aquellos botines que tienen chiquiadores en los tobillos, arrancar de las sandalias los moños de seda y quitarles lo sinuoso con baños de agua sucia, mutilar tentáculos de chancletas y escarpines y a todo trance no dejar zapatos, ni siquiera un cacle en donde enjaularan mis pies fue Ia idea fija, perturbadora, alucinante, que dominó mis días.
Mi chimpancé
Y mientras él pensaba que su intimidación me helaría los huesos, serena alegría iba alzándose en mis desiertos como una aurora lenta y triunfal. Hasta entonces no lo supe. Él decía que era mi fuerza, siendo mi lasitud, que era mi prisionero, cuando se había erigido en mi tirano. ·
Digo yo como vaca
Si hubiera nacido vaca estaría contenta. Tendría un alma apacible y cuadrúpeda y unos ojos soñolientos.
Canina Fábula
Como llovido laurel, el encaramado suda e inventa. Envía telegramas de despedida a su madre, a Elena. Sueña con que algún terremoto convierta en cariátides los canes. ¡Pero no bajará, no se irá nunca, aunque anochezca! Se plantará ahí para siempre; hasta que entierren a los perros.
Topos Uranus
La única compensación de mi juventud desolada fue el acarreo de perfumes, jabones y cosméticos, con que atestaron la bodega de la casa. Las más finas esencias acompañaron mis años de adolescente y, entre efluvios toleré el nacimiento pertinaz de mis siete hermanas, una por año.
Caso clínico
¿No ha oído hablar de lagunas en el cerebro? Las hay inmóviles como los hielos del Ártico, de silencios líquidos y tibias como el Limbo. Pero usted no sabe que ahí ocurren naufragios pequeños como los de barquitos de papel; tampoco sabe lo que es tener horizontes siempre fijos; ni lo que es oír una campanada larga que no acaba el toque, que se transforma en aullido, que se quiebra luego entre los tímpanos con amarga vibración.
¡Gran texto Beto! Me encanta tu nueva fase de historiador feminista <3