5 de enero de 2021, Ciudad de México
Para Aurora Bárcenas Morales, mi madre, en su recuerdo
A quienes no creen en los Tres Reyes Magos,
tengo esta carta para ustedes:
A fines de 1965, a la edad de siete años, me revelaron cuál era la identidad real de los Tres Reyes Magos. Estaba reunido con algunos de mis amigos de la cuadra, conversando después de haber jugado una cascarita de fútbol, cuando llegó un momento en el que permanecí absorto, observando en silencio un fenómeno celeste. Se trataba de las tres estrellas alineadas que forman el así llamado Cinturón de Orión, para decirlo con palabras de la ciencia, pero que para mí significaban algo muy distinto: cada estrella representaba a un mago, de acuerdo con lo que había aprendido en el seno familiar. Muy emocionado, exclamé: “¡Miren, ahí van los Tres Reyes Magos!”. Siguió a mi señalamiento un intercambio de miradas entre mis vecinos. Uno de ellos, apenas mayor que yo, preguntó con sorpresa: “¿Qué no sabes?”. Luego expuso algunos detalles indiscretos. Pasé de mirar el cielo a fijar la vista en el piso. ¡Qué desilusión!
No hubo mala fe por parte de mi compañero al hacerme esas confesiones. Más que orillarme a defender mi creencia, confirmó la sospecha que ya tenía. Comprendí la razón por la cual no había coincidencia entre las cartas que escribía con mis peticiones y los regalos recibidos.
Antes de ingresar a la primaria yo quería ser vaquero, por lo que mi madre a veces me vestía como tal. Deseaba lo que tenían los famosos protagonistas de las series televisivas, con temática del viejo oeste de los Estados Unidos. Fue cuando pedí a los reyes un caballo blanco, igual a Plata, nombre del que montaba el jinete enmascarado de la serie El Llanero Solitario. También llegué a esperar un perro pastor alemán, como el célebre Rintintín, la mascota del sargento Rusty, un niño huérfano cuidado por un grupo de soldados en la serie Las aventuras de Rintintín. En cambio, lo que encontraba en mis zapatos era algo muy distinto, ropa acompañada por algún juguete. No por eso, sin embargo, dejaba de sentir una gran alegría, porque el sentimiento estaba ligado al misterio y a la sorpresa que de él deriva, más que a los objetos en sí.
Después de las francas explicaciones que me dieron acerca de los Tres Reyes Magos aquella noche, no volví a tratar el asunto. Nunca más, con nadie. No me di por engañado, no hice reclamos ni guardé rencores. Opté por guardar el secreto que hay de por medio. Se aplica en este caso lo que dice Jorge Luis Borges, respecto a otro asunto, en uno de sus relatos de El Aleph: “La solución del misterio siempre es inferior al misterio mismo”.
Que alguien pregunte a una criatura, sobre todo si se trata de un adulto, si aún cree en Melchor, Gaspar y Baltazar, me parece un acto violento. Eso no se hace a bocajarro, sin preparación alguna. La posibilidad más sensata es que la respuesta sea: “No entiendo tu pregunta”, porque en el fondo no se percibe la crueldad que encierra la puesta en duda. Por eso no deseo, bajo ninguna circunstancia, adoptar el papel de un verdugo tan infame.
Mi postura tiene que ver, por analogía, con lo siguiente. En la Nochebuena de 2018, mientras participaba en un popular programa de televisión, en Estados Unidos, Donald Trump le preguntó vía telefónica a una niña de siete años: “¿Todavía crees en Santa Claus?”. Ella respondió: “Sí, señor”; pero el presidente insistió con otro comentario aún más insidioso: “Porque a los siete años ya estás en el límite, ¿verdad?”. La respuesta fue la misma: “Sí, señor”, como si la niña no comprendiera -con razón- el abusivo cuestionamiento. Tal situación me motivó a escribir la presente carta. El “verdugo infame” al que me refiero es Donald Trump, exhibiéndose a nivel internacional.
Una vez llegado el momento, a quien corresponda debe explicar en qué consiste la tradición de los Tres Reyes Magos, con honestidad y claridad, para conservar la confianza intacta, haciendo ver que lo importante es la gratitud. Hay que compartir el significado de la historia con un trato tierno y cuidadoso, como se comparte un secreto: con la aceptación por parte de quien lo recibe que ha de saber guardarlo.
Por favor, tómenlo en cuenta.
Reciban un fuerte abrazo de
Rodrigo Farías Bárcenas
Foto: Mediateca del INAH
Collage: Susana Colin
Hola Rodrigo que buenos recuerdos aquellos, yo también no entendía porque no me traían lo que pedía a los reyes magos. y como dices sin rencores lo vio uno. Feliz día de reyes !!!!!!