Como si fuéramos caracoles, este mes recordamos que el hogar lo llevamos adentro. ¿Qué habita dentro de la casa que somos? Un fantasma que nos acompaña y consume, el recuerdo de los que ya no están, el cariño por un hermano, un horno de pan, las heridas del tiempo y pasión, muchísima pasión.

Despedimos al amor desde un taxi y al filo de un avión. Amor-casa, amor-descubrimiento. Maquillamos y desmaquillamos las injusticias y nos abrazamos a nosotras mismas desde el calor que emana la estufa de la cocina-interior: se está horneando la esperanza.

Gracias por compartir lo baladí del cotidiano.

Susana Colin

 

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Martes 1 de septiembre del 2020

Is qui lis mujeres sin muy imicionalis.

¡Yo soy emocional, soy apasionada, casi siempre hablo muy fuerte! Lloro cuando estoy muy enojada, lloro cuando estoy feliz o triste, mi risa es estruendosa además grito constantemente. 

¿Y? Prefiero seguir así que en silencio.

Brenda

Jueves 3 de septiembre del 2020

Había peligro de muerte en el aire y, a pesar de eso, el viento era azul y tenaz. Movía los árboles de División de Norte, esa avenida que hice mía hasta mi adolescencia y que desprendía una sensación de habitualidad secundaria cuando era liberada por las llantas del auto que me llevaba hasta su casa. Fui muchas y pocas veces, y me pregunto si esa casa es un poco mía ahora, si esa última vez me reconoció al llegar. Parecía indiferente a él, con su piano solitario y sus figuritas cursis de cerámica colgando. La bici y ese pequeño jardín eterno eran los únicos apegos que Miguel tenía ahí, en su casa. Él aprendió a hacer de la lejanía un hábito, la mantenía naturalmente con su casa y la cuidaba voluntariamente conmigo.

Y sin embargo, recuerdo aquella vez que desayunamos en un mercado inesperado, la mañana que probé la panza verde y los ventitrés cepillos de dientes que me compré. Recuerdo el deseo en sus ojos, penetrantes en medio de la noche, alguna sonrisa descuidada y la misma lejanía tirana con mi anhelo de abrazarlo y pedirle consuelo de miedo ansioso y existencial.

Esa tarde, hicimos una pizza, le pusimos un embutido raro y le pedí que sancocháramos la cebolla mientras le explicaba la trama Lozoya sin preguntar si conocía casos de corrupción del Big Pharma. Recordamos los buenos momentos de Peña y él me contó de su visita al Ajusco. La pizza quedó bien, aunque no fue sobresaliente, tengo que admitir. En la vieja sala, vimos la primera buena película juntos y yo lloré. Él no iba a iniciar la charla, supe que tenía que dar el salto, lo miré y abrí mi corazón con palabras y lloré otra vez. Lo abracé con palabras, con mi corazón con palabras. Ay amor, ay dolor. Me trató con respeto, me abrazó con los brazos solamente y me pidió un taxi, como siempre. Dejé su casa, quizá solitaria ahora definitivamente, y me subí a un auto que me llevó por División del Norte, en medio de un viento azul.

Melissa Damián

Viernes 4 de septiembre del 2020

Tavo

 Más joven que hoy, me levantaba de noche y me iba abrazar a mi hermano menor a su habitación. La noche me daba mucho miedo. 

Mi hermano menor me ha salvado todas las noches hasta el día de hoy. Cuando tengo miedo, me escabullo entre las sábanas y abrazo su brazo como oso de peluche. Cuando tengo frío junto mis pies helados al lado de los suyos. 

Mi hermano menor, nunca me dice que me quiere, pero siempre que le pido un beso me lo da. A veces me abraza. Cuando es de noche y duerme y ronca, me desespera y lo empujo para que se calle. 

A veces, desde la puerta de mi habitación observo su respiración. Me gusta verlo dormir, siento que está a salvo y me reconforta. Me gusta sacarle fotos cuando se queda dormido abrazando su batman o a Junia la tlacuacha. 

Una vez soñé que, al intentar cargar a mi hermano menor entre mis brazos, me pesaba mucho y lloré. Este es uno de los recuerdos más tristes que conservo, me hace sentir lo corta que es la vida y me dan más ganas de estar con él. 

Ayer, mi hermano menor me enseñó a jugar yu gi oh y LOL, estaba emocionado porque hablaba y hablaba sin parar, como nunca ha hablado. Me gusta yu gi oh y que lo defienda a capa y espada. Me gusta que mi hermano se defienda de mis prejuicios, el no lo sabe, pero me salva todos los días un poco. 

Adenina

Viernes 4 de septiembre del 2020

El fantasma de mi cuerpo

Son tiempos muy complejos.

La ansiedad es un fantasma invisible, aunque cada vez menos. Antes pasaba desapercibido y se justificaba en la falta de actividades, en la necesidad de adaptarme al nuevo contexto. El fantasma se disolvía en las risas, los encuentros amistosos y amorosos, salía de mi cuerpo para hacerme disfrutar la vida tomando prestada su energía.

Hoy me vuelve a pedir refugio, entonces necesito comer por dos, reclama mi atención en las noches, durante el día soy presa de sus movimientos. Mi refugio le queda chico, me hace danzar para cachar sus tropiezos y torpezas dentro de esta casa prestada que soy yo.

Cuando se prepara de comer y prende la estufa, el calor insoportable me hace rotar mis ojos hacia dentro y ya sólo puedo atender al fantasma, el mundo transcurre afuera mientras deseo que se acabe para entregarme toda a la danza que me sugiere sensual y fluida, conectando cada trazo de mi cuerpo con el siguiente para que el fantasma se siga moviendo y esa estufa siga calentando y a pesar del cansancio sigamos jugando a volar.

Cuando los quehaceres no eran vitales, los tiempos convulsos, la necesidad de ocio, todo funcionaba para mantener contento al fantasma. Esas eran las razones de su permanencia abrazada por mí, en equilibrio relativo, pero que al final no se puede seguir sosteniendo.

Toda visita se vuelve una carga, todo olvido de una misma.

Cuando volteo los ojos hacia adentro y veo al fantasma cómodo, echado viendo la tele, en el sucio sillón donde derramó el café y dejó la ropa por todos lados botada, empiezo a recodar que era mi espacio. Le pido permiso para limpiar pero se siente invadido y ofendido. Como siempre amenaza con hacer un drama, intento calmarlo y cuando ya me quiero ir, me pide quedarme más rato a su lado, vemos la tele y dormimos abrazados, entre la mugre de mi cuerpo.

Al día siguiente me levanto y sin hacer ruido salgo al mundo exterior, me encuentro con mil pendientes atrasados que me da miedo enfrentar; eso termina por despertar al fantasma de mala gana. El ciclo se reanuda por otro lado.

¿Cómo pedir amablemente a las visitas que se vayan? Cuando en un principio las invitamos para que nos ayudaran con esos pendientes, para disfrutar con ellas gracias a su presencia revitalizante.

Pero le exigí de más a mi fantasma. Empezó a usar su energía de manera burda y excesiva. Ahora estoy muy cansada siquiera para decirle adiós, también temerosa de arreglármelas sin él.

Ha pasado tanto desde que iniciaron los tiempos convulsos, inciertos y pandémicos. Desde entonces me acompaña. Una parte de mí hace cosas para echarlo y entonces redobla los berrinches, ¿a dónde se iría a vivir? Entiendo bien su miedo al mundo exterior. Tal vez lo pueda llevar de la mano a donde vaya, enseñarle quién soy al tiempo que yo misma lo recuerdo y así crecer juntos. Entonces nos separamos gradualmente.

Isabel Carballo

Miércoles 9 de septiembre del 2020

Maquíllame ésta

No me gusta maquillarme, sin embargo es algo que llevo haciendo por más de diez años que ya hasta creo me sale bien.

Las ventajas de la práctica: saber enchinar mis pestañas con cuchara, tarjeta o cualquier instrumento parecido, tardarme menos de 10 minutos y quedar perfecta incluso si mientras me maquillo estoy parada, sentada o rodeada de gente adentro del metro o en cualquier transporte.

Las desventajas: Me cuesta trabajo reconocer mi rostro sin maquillar. Gracias a los modelos y estándares impuestos juzgo sin querer hacerlo a mis ojos chiquitos, mis pestañas de agüacero y mis labios delgados.

Es un ir y venir. Cada vez avanzo más en la desintoxicación y el jom ofise ayuda, pero cuando llegan los días de “hacer cosas formales” vuelvo a caer en la trampa. Y es que se ha instaurado en mí una vigilancia mental que me dice “maquillate para verte presentable” y entro a la reunión y hay mujeres blancas que sin maquillaje se ven radiantes y entonces… ¡enfurezco por dentro! ¿Por qué yo no puedo verme así? Y pues la respuesta es fácil: porque yo no soy blanca.

Y luego recuerdo al gringo con chanclas de plástico que conocí en un antrillo de la Condesa hace tiempo y me pongo a pensar en los privilegios que en esta sociedad racista/clasista otorgamos a unos cuerpos pero a otros no. Y es que en el mismo lugar los hombres morenos traían camisa y algunos hasta corbata ya que para el cadenero de la entrada era lo mínimo que ellos debían portar mientras adentro el gringo blanco de dos metros podía andar sin pedos con sus chanclas de baño.

Y entonces me doy cuenta, la neta creo que para mí no hay de otra. O me maquillo o me mandan a maquillar porque si eres morena no se vale ir con cara lavada al trabajo sin que te vean raro o te confundan con la señora de los tamales como me pasó la semana pasada…

Mariquita López

Sábado 26 de septiembre del 2020

Mi carnalito Edgar vivió su vida como quiso y eso es digno de reconocer, estudio, se graduó, formó su familia, graduó a su hija, la vio trabajar, la vio independiente para enfrentar a la vida, se sobrepuso a su incapacidad de no valerse por sí mismo y aguanto por más de tres años su dependencia de los demás. Como todos tuvo duras y maduras tuvo el valor y la entereza y nunca claudicó, su pasión por el futbol por sobre todas las cosas hasta que ya su cuerpo no le ayudo. Vivió lo que le tocó vivir. Yo creo que se fue orgulloso y eso me hace sentir bien. No falta mucho tiempo para alcanzarte junto con mi carnalito Miguel. Hasta Lontananza. Y mientras llega ese momento, espero ver a mis carnalitos y carnalitas vivas más tarde en la Galloso. Nadie nunca sabe cuándo y cómo llega ese día; pongamos nuestra barba a remojar. Saludos a todos de parte del resucitado que los ama y sufre por no verlos, por no abrazarlos, por no besarlos, pero más sufre porque mis carnalitos y carnalitas no convivan conmigo, no me vean, no me abracen, no me besen no me quieran ver.

Kutumi53

 

Sábado 26 de septiembre del 2020

Pensaba que vivía en la virtualidad, que una cuarentena sería seguir con mi vida normal, atender pedidos desde redes, seguir mi encierro permanente, trabajar en horarios extremos, con a veces apenas cuatro horas para descansar.

Acostumbrada a hacer pastelería y panadería y a dejar que mi tiempo y horarios de trabajo se acomodaran según pedidos casi hechos un día antes o peor, el mismo día, se volvió casi una rutina para mí. Estar entre dos mundos de gastronomía que he amado desde tanto tiempo y han hecho parte de mí desde mi niñez.

Hasta ahora entendí quería adoptar éstas reflexiones como las bases de mi empresa: empezar desde cero, ir construyendo una comunidad de amantes de la buena pastelería y panadería bien hecha, liberar paradigmas, entender que un alimento no es malo por definición, como muchos pensábamos, comprender que lo importante es su composición y los procesos que lo producen. Entender que vivir saludable no es simplemente eliminar el gluten, el azúcar y las grasas, es buscar alternativas reales,  de origen natural y apoyar productos artesanales, evitar tantos conservantes y químicos en lo que le damos a nuestro cuerpo.

Aunque el encierro que tenía no era tan permanente, empecé a extrañar esas cortas salidas para ir a buscar ingredientes, entregar pedidos,  o tener esas pequeñas escapadas con amigas a conversar, así entendí que para mí tampoco sería fácil. En estos tiempos me he dedicado a pasar bastante tiempo en familia, a entenderlos y mejorar nuestra convivencia y quiero empezar a salir a caminar, respirar, y agradecer por poder continuar con mi negocio, gracias a toda esa comunidad que ha creído en mí y permite que sigan los pedidos y me sienta orgullosa por haber tomado la decisión de tener mi empresa, ahora quiero sacar más tiempo para seguir disfrutando cada día que tengo.

Manuela

Lunes 28 de septiembre del 2020

Hay veces que las emociones invaden mi mente y mis acciones, me llenan de miedos y me bloquean para tomar acción  en las diversas áreas de mi vida.

La creencia de la discriminación con la que crecí culturalmente ha mermado mis sueños y mi capacidad de crear más en mi vida.

He ido a terapias para sanar, pero me queda claro que es un trabajo de todos los días por que todo los días estoy en contacto con situaciones que me detonan la emoción inconsciente  de sufrir, por ser recriminada en los diferentes ámbitos de mi vida, pero también soy consciente de que no puede estar viviendo esa emoción por siempre.

Y entonces voy tomando conciencia de que debo de dar un primer paso para salir de ese lugar que no me permite crecer y me enferma.

Soy una romántica imperfecta, que impregna en cada acción la esencia de mi ser, que finalmente será lo que perdure a través de los años.

El Pseudónimo de Shirel me ayudó a transitar el proceso de la visibilidad, me dio fuerza y valor. 

Shirel

Miércoles 30 de septiembre del 2020

Hace unos meses comencé a seguir a una morra. Su trabajo y energía me cautivaron.

Mi sueño por fin se hizo realidad conocerla en persona.

Estábamos en una cobertura y en cuanto la ví. ¡Bum, bum! mi corazón se aceleró. ¿Qué esto? ¿Por qué ahora sonrió con solo mirarla a lo lejos?.

Pasaron los días. La volví a ver.  La abrace y le dije que era mi crush.  La despedí en el aeropuerto y le dí una carta. La única que escrito para declararle mis sentimientos a una mujer desde que asumí que soy más lesbiana que heterosexual.

Senderepia