Texto: Mariquita López
Fotos: Brenda Martínez Carrera
Releyendo el poderoso texto de Virgine Despentes Teoría King Kong (clic aquí para acceder al texto) vienen episodios a mi mente y entonces recuerdo por qué en un primer momento dejé suspendida su lectura hace unos meses. Hoy decidí volver al capítulo “Imposible de violar a una mujer tan viciosa” y me llevé una grata sorpresa al concluirlo. Es todo un reto ¿acaso todo este tiempo me invisibilicé al intentar olvidar que me violaron?
Las primeras páginas, donde la autora narra su propia violacion fueron las más complicadas de digerir porque me recordaban mi vivencia. En esta segunda lectura en la que me armé de valor para terminar el pasaje, descubrí con sorpresa la siguiente frase: “la violación es lo único de lo que las mujeres -hasta ahora- no se han apropiado”.
Y es que ella considera que todo este tiempo los discursos culturales del mundo patriarcal han confeccionado la forma de entender y vivir la violación. Desde aquí la violación tiene que ser leída como una marca de la que las mujeres tenemos que hacernos responsables. Sentirnos mal con nosotras mismas, abrazar la culpa, la desdicha y el sentimiento de mutilación.
Pero ¿y a los hombres que violan a ellos que les toca sentir? La autora señala que lo más probable es que ninguno de ellos se identifique posteriormente como violador, ya que en este sistema lo que ellos han hecho es una conducta que “les corresponde”. Nadie coloca culpa encima de sus hombros a pesar de ser quienes cometen el abuso.
En nuestra cultura, las diversas formas la violación se han convertido en una conducta normalizada en la vida de los hombres quienes lo hacen “porque pueden hacerlo”. Y aquí los argumentos que fortalecen su posibilidad van desde la impunidad de los sistemas de justicia, la protección y el impulso de hermandad entre otros hombres, y por supuesto la desigualdad de género patriarcal. Sostenida históricamente, desde los episodios de guerra donde las violaciones masivas se convierten en una estrategia de conquista, hasta la construcción del imaginario donde “todos” los hombres cuentan con una supuesta “superioridad” de fuerza física por encima de las mujeres.
Y es que esto se complementa con aquellos discursos que han fomentado en nosotras, a quienes no se nos enseña a defendernos, a quienes nos impiden utilizar la violencia como estrategia de supervivencia y a quienes nos han dicho que es mejor no hablar de las violaciones en voz alta porque estás condenada a padecer una y otra vez lo que ya padecimos en algún momento, porque la gente en principio te juzgará o revictimizará, porque decirlo en voz alta también corresponde a reconocer en público que tu valor como mujer ya no es el mismo, ha disminuido.
Lo que Virgine invita a pensar, y retomando la propuesta de Camille Paglia, es comenzar a hablar de la violación desde otros lugares. Yo no soy culpable, ni tú, ni ella, ni mi madre, ni mi tía, ni mi abuela. En este patriarcado es necesario “pensar la violación como un riesgo inevitable, inherente en nuestra condición femenina”. Reconocerlo desde ahí permite quitar las cargas de valor que miles de mujeres llegamos a sentir sobre nuestros hombros.
Normalizar su existencia también permite la posibilidad de reconocernos como “víctimas ordinarias de algo que podemos esperar cuando se es mujer” hecho que nos invita a dejar de sentir una culpa personal ante tal situación.
Ahora bien, colocarlo en estas palabras puede sonar como “naturalizar” este hecho, pero no, la propuesta es llevar la violación a ser pensada como una circunstancia política producto del sistema cultural en el que vivimos que también es construido y sostenido por otras acciones culturales. Por lo que los principios anteriores tienen potencial de ser transformados.
La violación para Plagia es algo que podemos esperar al ser mujeres, mujeres viviendo en un mundo exterior y real. “No se trata de negarla o morir tras vivirla, se trata de aprender a vivir con”. Que cada día más personas sean conscientes de que “LAS MUJERES DÍA A DÍA ESTAMOS VIVIENDO EL RIESGO DE SER VIOLADAS”, es invitar al mundo a reflexionar qué clase de acciones se pueden fomentar para que esto sea distinto.
Para mí el riesgo no llegó del “exterior desconocido”, llegó de quien alguna vez consideré mi mejor amigo. No hay que perder de vista que este tipo de abusos son también cometidos por parte de los más cercanos. En México el delito de violación conyugal se tipificó en 1997. También nuestro país ocupa el primer lugar de embarazo infantil: 30 niñas entre 10 y 14 años dan a luz todos los días en México, de ellas 4 de cada 10 son víctimas de violencia sexual por parte de familiares, según cifras de la OCDE. Pongamos mayor cuidado y atención a quienes más lo necesitan, frenemos en las formas que estén a nuestro alcance la violencia machista. Mujer á(r)mate.