Dijo el cineasta Jaime Humberto Hermosillo que él no hacía las películas que quería, sino las que le necesitaban a él para poder existir
El pasado 19 de marzo de 2019, la secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, presentó una disculpa pública a nombre del Estado por “la violación a sus derechos, el daño a la imagen, el honor y la buena fama, y por la alteración de la escena de los hechos” cometidas en perjuicio de Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo. Ellos eran estudiantes del Tec de Monterrey cuando fueron asesinados por el Ejército durante una balacera contra grupos armados en 2010. En primera instancia, se les consideró como sicarios por miembros del ejército, medios de comunicación y funcionarios públicos.
Por desgracia este no es un hecho ni aislado ni fortuito, desde los inicios de la llamada guerra contra el narcotráfico; la fabricación de culpables como medio de legitimación del gobierno y control de la población, ha tenido consecuencias que estamos pagando hasta el día de hoy. Por las cifras de homicidios dolosos, El año pasado fue declarado como el año más violento de la historia reciente y los ecos de la guerra han escalado a todos los niveles posibles, haciendo del conflicto armado un tema que impacta en la intimidad más profunda.
En este contexto se desarrolla la ópera prima del documentalista Alberto Arnaut, que fue acreedora al Ariel como mejor película documental en la pasada edición de los premios, máximo reconocimiento de la industria cinematográfica nacional. Hasta los dientes toma como punto de partida los asesinatos de Javier y Jorge que, narrados bajo la fórmula de un thriller policiaco, que recuerda a veces al director norteamericano Errol Morris; cuenta con destreza todos los acontecimientos, hilando y recogiendo los testimonios y recreaciones de los hechos, poniendo todos los puntos sobre las íes.
Uno de los inmensos valores de producción, es el contar con material de archivo obtenido de las cámaras de seguridad del Tec, en el que queda registrado el momento exacto cuando los grupos militares ingresan a las instalaciones universitarias y hacen uso de la fuerza extrema, a veces fuera de cuadro, pero perfectamente identificable.
Más que un documental expositivo, Hasta los dientes es una obra de denuncia, de crítica social. No son necesarias elucubraciones demasiado elaboradas, para que queden retratados para la posteridad la ineptitud y el cinismo de las autoridades estatales y federales.
La película tuvo la fortuna de estar en muchas pantallas a lo largo de todo el país; cuando a mí me tocó verla en el auditorio de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, la sala estaba casi llena. El señor que se sentó a mi lado se paró y empezó a gritar madres a la pantalla, a mitad de la película, como si Calderón estuviera de verdad enfrente de él. Yo no me paré ni grité, pero salí con el corazón medio roto y las tripas apachurradas, nunca antes me había dolido tanto cuando la realidad supera a la ficción.
Dijo el cineasta Jaime Humberto Hermosillo que él no hacía las películas que quería, sino las que le necesitaban a él para poder existir. A ocho años de que ocurrieron los hechos, Hasta los dientes no ha perdido vigencia, es una cinta importante y necesaria. Después de un tortuoso camino de producción y financiamiento, logró de manera casi milagrosa tener una corrida en circuitos tanto comerciales como independientes. La experiencia de verla en pantalla grande y con más gente, es inigualable. La película incomoda, molesta, llena de impotencia, duele.
El evento organizado por la Secretaría de Gobernación se pareció al realizado en 2017 por la PGR hacia Jacinta, Teresa y Alberta, las tres mujeres indígenas acusadas falsamente de secuestradoras y encarceladas durante más de tres años; evento en el que también estuvo presente Olga Sánchez Cordero, que en ese entonces era ministro. La lista de las disculpas públicas que siguen quedando pendientes se va haciendo larga , y más aún, de inocentes que siguen habitando dentro de los penales y las cárceles de este país; cuando tienen la suerte de seguir con vida, si es que a eso se le puede llamar suerte.
Las heridas siguen abiertas, preguntas sin respuestas, justicia que más que ser justicia llena de miedo y vergüenza.
El documental está disponible en Netflix.