Eres un buen hombre con un buen corazón. Y para un buen hombre es difícil ser rey.

T’Chaka

Después de varias semanas tuve por fin la oportunidad de ver Black Panther. Sabía ya del tremendo éxito taquillero que alcanzó la cinta y de su recibimiento positivo entre la crítica de cine. A pesar de ello, mis expectativas eran bajas a causa de la profunda decepción que me llevé el año pasado con Guardians of the Galaxy vol. 2 y lo regular que me pareció Thor: Ragnarok. Contra todo pronóstico, y para mi grata sorpresa, la película no sólo logró cautivarme como espectador, sino que, como aspirante a historiador, la propuesta que en sí misma representa para los temas de la injusticia y el trauma histórico me dejó con la boca abierta.

La imagen mental que tenemos de África -proveniente de los noticieros, de la enseñanza de la historia, y por supuesto, del cine- desaparece en los primeros veinte minutos de la trama. Me refiero a la idea de un continente, que pareciera ser en realidad un solo país, ya que no logramos distinguir entre naciones, grupos étnicos, religiones, lenguas, paisajes, recursos ni situaciones políticas. Un país-continente azotado por la pobreza, el analfabetismo, la explotación, el hambre, la insalubridad y la guerra; dependiente de la caridad del primer mundo. Un primer mundo que bajo las apariencias de la ayuda humanitaria y las campañas de cooperación internacional, contribuye activamente -mediante el comercio ilegal de armas, la cacería furtiva, la explotación de mano de obra y de recursos y el apoyo a grupos armados insurrectos y regímenes políticos títeres- al estado caótico en que se encuentran muchas naciones africanas.

En Wakanda, no solo nada de esto existe, sino que, no hay nación en el mundo entero que sea igual de próspera y tecnológicamente avanzada. Los wakandianos son una civilización que jamás pudo ser sometida por las potencias europeas, que continuó su curso histórico sin demasiada influencia del mundo exterior, utilizando de manera adecuada sus recursos: vibranio y hierba en forma de corazón. Un pueblo que desconfía de la ambición de las naciones extranjeras y que mantiene en secreto su estilo de vida y su tecnología, bajo la apariencia de una nación tercermundista.

El peso de la tradición heredada por los ancestros que forjaron Wakanda es fuerte entre sus habitantes. El rey es el encargado de proteger a su gente y a su tierra bajo el manto de la pantera negra, es la cabeza de varias tribus iguales en valía que mantienen al país unido y sólido, salvo por los exiliados Jabari. En la película vemos el ascenso al trono de T’Challa, un joven dirigente que debe asumir el poder tras la muerte del fallecido rey T’Chaka, su padre. El nuevo monarca se  debate entre la tradición y la modernidad a la hora de gobernar. Sabe que no todo cambio es siempre positivo, al tratar de perseguir la ilusión del progreso, muchas naciones terminan peor de lo que estaban. Pero debe también aprender que no toda tradición, por milenaria que sea, está necesariamente en lo correcto ni representa lo mejor para las personas, aunque en ocasiones tenga fuertes argumentos para hacer creer que así es. T’Challa, como héroe y como rey, debe crear la propia personalidad de su reinado y determinar si su nación ha de continuar siendo una potencia oculta al mundo y que ve únicamente por su gente.

Respecto a las visiones de África manejadas en la película, la de Ulysses Klaue, antagonista secundario, sobre Wakanda, representa la del explotador extranjero frente a las naciones africanas: son tierras salvajes, primitivas y atrasadas, si se las compara con el resto del mundo. Es curioso que esto lo sostenga aún tras conocer la tecnología wakandiana, quizá se refiera a su estilo de vida, a que no son como él: no aprovechan al máximo sus recursos, no persiguen la riqueza y están atrapadas en tradiciones moralizantes caducas, recordemos que lo vimos antes al mando de una compañía ilegal vendedora de armas con algunas reservas de vibranio wakandiano en Avengers: Age of Ultron. Las expresiones de Okoye, líder de la guardia personal de T’Challa, al respecto de lo primitivas que son a su vez las ambiciones, estrategias y la tecnología del mundo exterior, que forman parte de un humor bien aterrizado y dosificado, son la respuesta directa a las ideas de Klaue.

Las intenciones del antagonista, Killmonger son interesantes y complejas. Su personaje carga con el sufrimiento, la injusticia y la discriminación de las generaciones descendientes de los esclavos extraídos de África. Para él no hay otra forma de redención que no sea la venganza; el hacer sentir a los culpables, los descendientes de los colonizadores, todo el dolor de los negros. Su misión de justicia retorcida tiene un origen tanto histórico como personal. Fracasa en su intento de convertir a Wakanda en una nueva potencia colonizadora de las viejas naciones esclavistas e imperialistas. Estando al borde de la muerte, y pese a tener ascendencia de ese lugar, deja bien claro que rechaza el pasado wakandiano como suyo. En la prosperidad de Wakanda no se encuentran las raíces que definieron su vida, ni la de su familia, ni la de su barrio, ni la de su gente; al morir prefiere traer a colación la valentía de aquellos que considera sus verdaderos ancestros: los esclavos que durante la Maafa -holocausto de la esclavitud- saltaron por voluntad propia al océano y murieron ahogados, ellos sabían que era preferible la muerte a la vida en condición de esclavitud. Con ellos desea reunirse y pide que sus cenizas sean arrojadas al Atlántico.

A T’Challa le es ajeno el sufrimiento de Killmonger, él es heredero y cabeza de una civilización indomable, y, sin embargo, decide hacer algo con todo el sufrimiento de sus vecinos africanos y por todas las comunidades afrodescendientes del mundo en situaciones deplorables, a quienes se les ha negado un pasado glorioso. Es por eso que la primera escena entre los créditos cierra tan bien la película. T’Challa anuncia, ante la reunión de representantes de la ONU, el inicio de un nuevo mundo en el que Wakanda abandonará su política dirigida hacia el interior y comenzará a construir una verdadera estrategia de cooperación internacional, en lugar de muros tenderá puentes entre quienes comparten la Tierra, entre la tribu terrestre. Los países de primer mundo subestiman su potencial, siguen pensando a la nación africana como un país tercermundista compuesto por simples agricultores, a lo que T’Challa se limita a responder con una sonrisa discreta pero confiada.

Ante el trauma histórico, que vive latente en la vida personal de la gente, no todas las respuestas están en la historia, a veces ni siquiera en la realidad, en ocasiones se encuentran en otra región del alma humana: la ficción. Black Panther reinventa algunos de los postulados de los estudios poscoloniales, va más allá de la visibilización de la injusticia histórica y pasa a la posibilidad de construir un nuevo futuro. Wakanda no es real, como espectadores lo sabemos, pero ello no quita que ahora forme parte de nuestras imaginaciones y que pueda devenir en algo determinante para los líderes y ciudadanos africanos y mundiales en formación, abriendo paso a un futuro distinto no ya de victimización, sino de empoderamiento y cooperación.