A pesar de la barrera del lenguaje, las buenas imágenes hablan solas
Hace un par de meses vi la ópera prima de Claudia Huaiquimilla titulada Malajunta. Estábamos 7 u 8 personas en una pequeñita sala de cine improvisada en una ciudad del sur de Chile llamada Concepción. De poco a poco la salita empezó a llenarse en cuanto anunciaron el título de la película a proyectar, y cuando menos me di cuenta, la sala estaba repleta; fenómeno muy raro en el caso de películas nacionales independientes.
Malajunta, en la jerga chilena, hace alusión a aquella persona que es una mala influencia. Lamentablemente para mí, nadie me explicó eso al momento de ver la película, y ésta estaba hablada con tantos modismos chilenos que me costaba trabajo descifrar los diálogos; aun así, ver la película me sirvió para muchas cosas.
La primera fue que comprobé la universalidad del cine. Siendo mexicana, sentí tanto la película como cualquiera de los chilenos que había en la sala, salí de la función llorando y en silencio, con el corazón apachurrado. A pesar de la barrera del lenguaje; las buenas imágenes hablan solas, los conflictos sobrepasan fronteras y culturas, y ni falta hacía que fuera chilena para sentir empatía ante el conflicto mapuche; del cual sabía muy poco, o casi nada.
Lo segundo que aprendí fue que a veces los silencios dicen más que las palabras, y que, a veces, menos es más. Uno de los conflictos secundarios de la película es precisamente el del pueblo mapuche, pero la directora lo trata con delicadeza, de una manera sutil, pero que, al mismo tiempo, no puede pasar inadvertida.
Los mapuches son el pueblo originario del sur de Chile, un pueblo que se ha visto constantemente amenazado, desde épocas de la conquista española, hasta la pacificación de la Araucanía y la incorporación del pueblo mapuche al territorio chileno, que se dio después de la independencia de Chile de la Corona española. Los mapuches hoy día tienen la mala fama de guerrilleros y/o vándalos, de ser los alborotadores que queman camiones en el sur, o que cortan los caminos, cualquier parecido con la realidad mexicana es mera coincidencia…
Desde mi personal -y extranjero- punto de vista, lo que puedo decir es muy limitado, pero seguramente hubiera sido distinto de no haber visto nunca Malajunta; ya que tocan temas que no se ven en los noticieros ni en los medios masivos de comunicación. Creo que el conflicto mapuche está relacionado con la intolerancia que, al parecer, persiste en la actualidad; el no respetar ni tratar de comprender los puntos de vista y las distintas formas de habitar la piel y el espacio en que vivimos.
El conflicto mapuche no es un conflicto aislado en el punto más recóndito del universo, creo yo que tiene la misma esencia de los conflictos que aquí en México hemos visto con los huicholes, con Wirikuta y las transnacionales, con los pueblos del sur, con Oaxaca y con Guerrero.
La cosmovisión mapuche tiene pocos puntos en común con los ideales capitalistas que maneja la mayoría de las sociedades de hoy. Sociedades cuya prioridad es el consumo y donde se deja de lado a la naturaleza y a la tierra. Mapuche viene de mapu que significa tierra y che que quiere decir gente, es decir, gente de la tierra. ¿Acaso no somos todos gentes de la tierra? Venimos de la tierra y cuando morimos vamos a dar a ella. Polvo somos y en polvo nos convertiremos. En polvo de estrellas.
Que estas breves líneas expresen mi más sentido agradecimiento a Claudia Huaiquimilla y todo el equipo responsable de sacar a la luz a este proyecto; probablemente la clase de malajuntas que necestiamos para tomar consciencia, aunque sea un poquito; y para darle voz a aquellos que no son escuchados.
Foto 1: Grafiti con un mapuche en Valparaíso, Chile. Por Rodrigo Fernández [CC BY-SA 4.0 (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0)], from Wikimedia Commons
Foto 2: Araucana. Biblioteca del Congreso Nacional [CC BY 3.0 cl (https://creativecommons.org/licenses/by/3.0/cl/deed.en)], via Wikimedia Commons