“El principal órgano sexual es el cerebro”, esta es una frase de la investigadora feminista Carole Vance, quien alejada del discurso científico neurológico, intenta destacar que la sexualidad no se encuentra definida por la biología y la reproducción, sino por las ideas, normas, reglas y discursos que se construyen socialmente y que aprendemos sobre ésta.
El paradigma esencialista de la sexualidad focaliza al placer sexual en aquellos lugares que se han denominado “órganos sexuales”, pene y vulva, los cuales tienen una función reproductiva central que desplaza a la periferia o al pecado, en una concepción judeocristiana, a cualquier otra práctica sexual y área corporal. De esta manera, prácticas como la masturbación o la sodomía buscan ser suprimidas; así mismo, prácticas eróticas como las caricias, los besos y el baile, no son concebidas como prácticas sexuales, a pesar de su potencia orgásmica.
La historia de la sexualidad tiene su base en un discurso ampliamente diferenciado en torno a cómo vivir y gozar el placer sexual siendo hombres o mujeres. Para profundizar en este aspecto, se plantea a continuación una breve comparación de cómo se construyen en hombres y mujeres los momentos húmedos:
El placer y el cuerpo masculino
La construcción de la sexualidad como sinónimo de reproducción dio paso a la instauración del modelo androcéntrico de la sexualidad, donde se reconoce al sexo “como una actividad constituída por tres pasos esenciales: preparación para la penetración (estimulación erótica), la penetración y el orgasmo masculino. La actividad sexual que no incluye, por lo menos, los dos últimos pasos no se considera popular o médicamente (ni tampoco legalmente) como genuina” (Maines Rachel, p.181). Este modelo fue fundamental para reproducir la heterosexualidad e instaurar el matrimonio como la institución fundante de la familia. Así mismo, el modelo ha sido denominado falocéntrico por la importancia que adquiere el falo como símbolo de poder-saber. Forjando relaciones específicas de dominación y subordinación con corporalidades femeninas.
El falocentrismo, en la práctica erótica, establece que la única vía para obtener orgasmos en los hombres es la vía coital. Previamente, en el plano psíquico, su deseo ha sido alimentado para que esta relación se establezca con un cuerpo femenino. Existen otros elementos falocéntricos que subjetivamente se imponen en los sujetos, lastimando e inhibiendo su goce sexual. Estos son, los discursos en torno al tamaño del miembro, la duración de la erección y la potencia de la eyaculación. Los cuales se reproducen con mayor rigor en la pornografía y los medios masivos de comunicación. Estableciendo así un deber ser masculino.
El placer y el cuerpo femenino
En su investigación histórica en torno a la sexualidad, Thomas Laqueur (1990), da cuenta de que no es sino, hasta entrado el siglo XVIII, cuando la tradición científica occidental comienza a desarrollar un vocabulario específico para la anatomía femenina. Logrando nombrar a la vulva como el órgano sexual femenino integrado por los labios, el clítoris, la vagina y el útero. Esto como resultado del modelo androcéntrico que imperaba, el cual, no veía la necesidad de desarrollar un vocabulario preciso de la anatomía genital femenina, ya que ésta era entendida como una versión imperfecta de los genitales masculinos. Lamentablemente hoy en día, sigue existiendo una brecha de desconocimiento, tanto de parte de mujeres como de hombres, sobre la constitución de los órganos sexuales femeninos, su función y su cuidado.
Por lo tanto considero necesario destacar que, en las mujeres existe un órgano llamado clítoris, el cual cuenta con más de 8,000 terminaciones nerviosas que nos permiten disfrutar del placer sexual. Este órgano tiene una parte exterior visible en la parte superior de la vulva, por debajo de los labios mayores, y dos brazos en parte interior de 10 centímetros que se extienden a cada lado. El descubrimiento de que la única función del clítoris era la orgásmica causó confusión entre los médicos del siglo XIX, ya que “la existencia de esta función contradecía el principio androcéntrico de que sólo el pene erecto podía proporcionar placer sexual a una mujer” (Maines, Rachel, p.188). Sin embargo, empíricamente existían (existen) miles de casos de mujeres que negaban encontrar placer en la penetración, al contrario, describían esta práctica como dolorosa. El discurso médico nombró a este padecimiento “histeria” (revocado del manual de trastornos médicos en 1952), su tratamiento consistía en la masturbación clitoriana por parte del médico a las mujeres hasta producir un orgasmo. Técnica que fue mejorada a inicios de siglo XX con el invento del vibrador.
Hoy en día tecnologías como el vibrador son usadas en su totalidad para producir placer sexual a las mujeres, gracias a que sus ventas se abrieron a todo el mercado y no sólo al sector médico. Lo cual ha favorecido el conocimiento y acercamiento de mujeres y hombres a la anatomía genital femenina, ampliando el goce y el placer sexual . No obstante, otras prácticas como la masturbación o la eyaculación femeninas, siguen siendo invisibilizadas o catalogadas como inmorales. Ya que como el modelo androcéntrico señala, el cuerpo femenino sólo tiene dos funciones: satisfacer los placeres de los cuerpos masculinos y la reproducción, no la de recibir placer.
Conclusión
El desconocimiento de las diferencias que hombres y mujeres viven en torno al placer sexual, puede provocar insatisfacción o prácticas violentas, alejadas del goce y el éxtasis orgásmico. Hay que recordar que nadie nace sabiendo cómo darse y dar placer. Por lo que, comenzar a reconocer que existen diferencias corporales y tomarlas en cuenta, puede convertirse en un valioso aporte para el conocimiento de sí mismo y la satisfacción sexual. Comenzar a cuestionarnos cuál se nos ha dicho que es el “sexo verdadero” y cuál no lo es, preguntarnos de qué forma nos encontramos viviendo nuestra sexualidad y cómo nos gustaría vivirla, son pasos importantes que nos permiten dar cuenta del lugar que ocupamos en este debate. Ya que, citando a Foucault: “La sexualidad es obra nuestra, es una creación personal y no la revelación de aspectos secretos de nuestro deseo. A partir y por medio de nuestros deseos, podemos establecer nuevas modalidades de relaciones, nuevas modalidades amorosas y nuevas formas de creación. El sexo no es una fatalidad, no; es una posibilidad de vida creativa” (Foucault, 1982).
Referencias
Foucault, Michel, “Sexo, poder y la política de la identidad: Entrevista con B. Gallagher y A. Wilson”, Toronto, 1982.
Maines, P. Rachel (2001) “La Tecnología del Orgasmo”, en Revista Debate Feminista, Vol.23, México, pp. 166-219
Laqueur, Thomas, La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud, Cátedra, Madrid, 1990.
Obras pictóricas en orden de aparición
Constantin Somov, Les Amants, 1933.
Max Liebermann, Liebesszene, 1926.
Gare DeSad, Female Masturbation, 2016.