El trabajo, por ende, es algo de lo cual todos hablan, o por lo menos, es algo que la mayoría busca con ahínco
Por las mañanas miles de personas despiertan en sus hogares y emprenden largas o cortas travesías para llegar a diferentes lugares. Automóvil, metro, camión, bicicleta; poco importa: prácticamente todos nos desplazamos para llegar a trabajar. Ya sea en una gasolinera abasteciendo automóviles con combustible, o en un restaurante sirviendo comida, o bien en una fábrica produciendo mercancías, una gran parte de la población mundial labora. El trabajo, por ende, es algo de lo cual todos hablan, o por lo menos, es algo que la mayoría busca con ahínco. Sin embargo, si alguien en la calle nos pregunta, ¿qué es trabajo? Solemos estar en aprietos.
A todos nos resultaría fácil responder a esta pregunta señalando un trabajo específico. Un trabajo, por ejemplo, es el del carpintero. El ser carpintero consiste en transformar madera en objetos para uso humano, como las mesas o las sillas. No obstante, ése es sólo uno de los miles de trabajos que existen. Por lo cual, precisamos de una definición general. Podríamos, en otro intento, pensar que lo propio del trabajo es recibir un pago. De esta forma, tanto el carpintero como el burócrata de una empresa son formas de trabajo. Pero, ¿qué sucede con los trabajos no remunerados como los de ciertas asociaciones civiles? ¿Acaso ellos no trabajan? Por lo cual, se precisa de una definición más amplia.
Uno de los principales teóricos de la economía, Marx, pensó que el trabajo era la actividad primordial del ser humano. Esta actividad no era otra que la transformación que lleva a cabo el ser humano en búsqueda de la producción y reproducción de sus condiciones de vida. Algo que es digno de destacar es la diferencia entre el mundo animal y el ámbito humano. Coloquialmente se dice que una hormiga trabaja, pero esto no es así. La hormiga lleva a cabo múltiples acciones, pero no parece existir una intencionalidad ni una consciencia clara que guíe sus acciones. Marx concluye, por lo tanto, que el trabajo es exclusivo del hombre, pues es propio de éste cambiar a través de la consciencia e intencionalmente las condiciones naturales y sociales que le rodean.
Por su parte, Sartre opinó que el trabajo se podía definir como una operación material encamimada a producir un objeto determinado, como determinación del campo práctico y en vistas a cierto fin. La consecución de un fin es algo que ambos pensadores pensaron propio del trabajo. Cuando una persona trabaja, espera que de sus acciones se llegue a un fin. El trabajo, por ende, es una actividad transformadora que persigue ciertas finalidades. Para algunos, el fin será el descubrimiento de yacimientos petroleros; para otros, la construcción de inmuebles.
Es evidente entonces que el trabajo es una de las piezas centrales que unen la experiencia de la vida moderna. Sería imposible no pensar al mundo contemporáneo sin los millones de obreros que han construido las ciudades que hoy habitamos u olvidar ciertas películas de Chaplin que muestran el mundo del trabajo y las máquinas. Pese a ello, no se puede concluir que el trabajo sea una experiencia que colme a la totalidad de las personas de satisfacción. Quizás hoy más que nunca, se vuelve necesario elevar la voz para pensar en condiciones que permitan la generación de trabajos dignos que hagan del mundo del trabajo, un mundo donde impera la justicia. Cuando los obreros alzaron la voz en mayo fue para exigir eso: una sociedad en la que todos tengan acceso a la felicidad.