Si conoces a tu enemigo mejor de lo que te conoces a ti mismo, el resultado de la batalla ya está decidido
Sun-Tzu
Podría definirse como la práctica de control del enemigo – y del amigo – más antigua del mundo, su uso ha determinado el rumbo de la historia y es, sin duda, prioridad para cualquier gobierno en búsqueda de incrementar o reafirmar su poder: el espionaje.
A pesar de ser una práctica anterior al Sistema de Estados, éste ha sido parte esencial en las Relaciones Internacionales, se ha ajustado a las necesidades de los Estados y ha evolucionado a la par de la complejidad en sus interacciones y la actualidad internacional.
Formalmente hablando, el espionaje es parte de lo que se conoce como “Inteligencia” y se clasifica en la categoría de HUMINT (Human Intelligence o Inteligencia Humana), que es aquella recolectada directamente por personas en forma de espías, informantes e incluso diplomáticos. Es la técnica tradicional de recolección de información, y por su naturaleza implica secrecía, misma que a su vez dificulta la obtención de información y puede llegar a poner en duda la fiabilidad de la que se obtiene.
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La inteligencia es una herramienta indispensable en el mantenimiento de la seguridad y el interés nacional, tanto en tiempos de guerra como de paz, por lo que todo Estado la utiliza y se da a la tarea de mejorar sus técnicas. En Europa, se llegó a institucionalizar el sistema diplomático en gran parte por la necesidad de adquirir información de otros Estados. De tal forma que los diplomáticos, en su papel de informantes, eran conocidos como “espías con licencia”.
Lo anterior se debe a que la inteligencia y los servicios secretos eran considerados parte del gobierno y por lo tanto, un quehacer más de la política, sin embargo con el paso de los años, la práctica fue mejorando hasta que se institucionalizó y se “separó” del gobierno.
Actualmente los espías son profesionales contratados con el fin específico de recolectar información de otro Estado dentro de los límites de éste. Esa persona puede ser nacional del país que va a espiar o de algún tercero, y muy pocas veces es del país que envía, ya que podría levantar sospechas.
Para que los espías puedan ser enviados al país huésped (en el que se operará), necesitan de una “cubierta” que les ayude a no llamar la atención, éstas se conocen como Cubiertas Oficinales o Cubiertas No oficiales. En la primera (OC por sus siglas en inglés) se le otorga un perfil de diplomático o enviado para alguna misión especial, y en la segunda (NOC por sus siglas en inglés) es enviado con un perfil falso que le provea de un “motivo” para residir en el país huésped.
Entre las ventajas de trabajar bajo una OC se encuentran la protección diplomática, el acceso a reuniones privadas, información confidencial y trato directo con funcionarios de alto nivel del país huésped. No obstante, en estas ventajas se encuentran también sus principales desventajas ya que la información que obtiene el diplomático puede estar “filtrada” o cuidadosamente seleccionada; también es más difícil que pueda acercarse a personas fuera del círculo “oficial”, debido a que es continuamente observado, y, finalmente, si los países rompen relaciones (siendo más relevante obtener información) el diplomático es regresado a su país.
Dado que hay información que por su naturaleza jamás se dejaría al alcance de un diplomático extranjero, la NOC es el tipo de cubierta más utilizado. Bajo ésta, el espía puede trabajar como ciudadano o residente y tener cualquier tipo de contactos, siendo menos probable que sea descubierto. Por la naturaleza del trabajo, una NOC muy común es la de periodista, dado que pueden estar en ambientes poco comunes y hacer preguntas de todo tipo sin levantar sospechas.
Obtener información relevante no es el único reto que enfrentan los gobiernos al enviar espías, sino también confiar en la veracidad de la misma. Es común la existencia de agentes dobles, que son aquellos que trabajan para dos gobiernos a la vez, pero otorgando información fidedigna sólo a uno de ellos, y enviando la información “alterada” al otro.
Los motivos que pueden llevar a un agente a “cambiar de bando”, o incluso a entrar en absoluto a la práctica del espionaje son principalmente tres: dinero (la venta de secretos ha llegado a ser sumamente lucrativa, sobre todo en tiempos de guerra), extorsión o amenaza a su persona o intereses (que sean obligados a proveer información o conseguirla), ideología (motivo muy común en los tiempos de la Guerra Fría, donde los estudiantes acomodados de países occidentales veían en el comunismo una ideología que cambiaría al mundo).
Un caso muy conocido y exitoso de un agente bajo la cubierta de NOC fue Richard Sorge, un alemán que trabajaba para el gobierno de la Unión Soviética bajo la cubierta de corresponsal de un periódico alemán, obteniendo información confidencial principalmente de China y Japón entre 1930 y 1941.
Fue quizás uno de los agentes que más se acercan al imaginario colectivo de un espía estilo James Bond: vestía bien, apasionado de los automóviles, el alcohol, las fiestas y las mujeres, con una inteligencia y carisma que le facilitaba entablar nuevas relaciones y ganarse la confianza de desconocidos.
Uno de sus trabajos más relevantes y que marcó el rumbo de la historia fue el haber informado a Moscú que Japón no atacaría a la Unión Soviética desde el este -como se creía-, y que en su lugar atacaría a Estados Unidos desde el sur del Pacífico y a las colonias británicas y francesas del sudeste de Asia. Esta información le permitió a Stalin concentrar las fuerzas en Moscú y hacer frente al ataque alemán en el invierno de 1941-42.
Como ejemplo de un espía que entró a este juego con motivos de extorsión y que terminó siendo agente doble está el caso de Margaretha Geertruida Zelle, mejor conocida como Mata Hari, una mujer a la que su gusto por los militares y sus formas exóticas de conseguir información, la llevaron “accidentalmente” a ser agente doble para Alemania y Francia a principios de la primera guerra mundial; fue responsable de la muerte de muchos militares y terminó siendo fusilada, no sin antes repartir desnuda bombones a sus ejecutores y lanzarles un beso de despedida.
Finalmente, un ejemplo de espías que trabajaron bajo motivos ideológicos son “los 5 de Cambridge”, un grupo de egresados británicos de clase alta, quienes se sentían identificados con el comunismo y fueron reclutados por la Inteligencia Soviética; entre estos 5 se encontraba Harold Philby, quien incluso trabajaba como Director del contraespionaje del MI6, el Servicio de Inteligencia Secreta de Reino Unido, facilitando su trabajo de agente doble y accediendo a información sumamente valiosa para Moscú.
Cualesquiera que sean sus motivos, formas de cubierta o momentos en la historia, los agentes secretos son pieza clave en la Inteligencia de un Estado, y a pesar de que la tecnología ha diversificado y facilitado las formas en que los gobiernos obtienen información; el espionaje tradicional, tiene ventajas indiscutibles que seguirán siendo aprovechadas por los gobiernos que entienden que información es poder, y poder es control.