Dicen que los años apagan el fuego interior del hombre […] Todo eso no es más que un montón de mentiras. Aún hay bastante fuego en mí, para devorar el mundo. Por eso, sigo luchando
Alexis Zorba
¿A quién corresponde la labor de crear danzas?, ¿quién debe encargarse de enseñarlas?, y ¿quién se ocupa de ejecutarlas? ¿Acaso el coreógrafo, el profesor de baile, y el bailarín profesional, respectivamente? En el actual ámbito de la danza profesional, tal vez. Sin embargo, no en todas las culturas, y no en todos los tiempos han existido esas tres figuras, con sus respectivas funciones específicas. Y, aun así, incluso las sociedades sin coreógrafos, y sin bailarines profesionales, le han aportado al mundo excelentes y memorables danzas, producto del trabajo y la creatividad de personas cuyas vidas y cuya labor, aparentemente, no tenían relación alguna con este arte. En esta ocasión les contaré la historia del Sirtaki, una danza que tuvo sus orígenes y su desarrollo entre los gremios más inesperados.
El Sirtaki, también conocido como Zorba, se baila en filas, en las que cada bailarín debe extender sus brazos hacia los lados, y tomar por el hombro al compañero de cada costado. Las frases de la coreografía pueden variar según lo decida el conjunto de ejecutantes, pero, fundamentalmente, consisten en sencillas series de pasos con los que el bailarín bien puede desplazarse hacia adelante o hacia atrás, hacia un lado o hacia el otro, o en diagonal, pero regresando casi siempre, al finalizar cada serie, al mismo punto en el que comenzó. Algunos de estos pasos son cortos y suaves, otros pueden ser más bien pequeños saltos, en otros parece que se están arrastrando los pies, y en algunos incluso hay que agacharse, casi hasta estar en cuclillas, al momento de avanzar. Todo esto, al ritmo de una preciosa canción ejecutada con un buzuki -instrumento de cuerda pulsada, representativo del folklore griego-, que comienza lento, pero que, en algunas partes, se acelera hasta que llega a duplicar su velocidad, lo que implica que los movimientos de los bailarines deban ser cada vez más rápidos.
La historia de esta danza, comenzó varios siglos atrás: durante el Imperio Bizantino, en Constantinopla, se popularizó una danza llamada Hasapiko– del griego jasápicos (χασάπικος), término que a su vez proviene del turco kasap, que significa “carnicero”-, ésta era ejecutada por los miembros del gremio de carniceros de Constantinopla durante sus fiestas. Se especula que éstos adoptaron la danza de los militares, que representaban con ella las batallas con espadas, portando dichas armas durante la ejecución. En su propia versión de la danza, los carniceros sustituyeron las espadas por los enormes cuchillos con los que realizaban su trabajo.
El Hasapiko, como sugieren las descripciones que han llegado hasta nuestros días, era bailado en las fiestas gremiales por entre 200 y 300 carniceros que, colocados en fila uno al lado de otro, se sujetaban con fuerza por la cintura mientras realizaban pasos en sincronía. Dos de ellos, encargados de dirigir el baile, permanecían al margen de la fila, posando con sus cuchillos; mientras, aproximadamente, otros quince bailarines, que se encontraban a cierta distancia del centro del terreno de baile, también hacían poses sosteniendo cuchillos, varas o látigos. En cierto momento del baile, algunos de los bailarines, e incluso, en ocasiones, los mismos espectadores, acercaban tinajas llenas de vino para que los ejecutantes de la danza bebieran.
Gracias al atractivo y a la popularidad de dichas fiestas gremiales, la “danza de los carniceros”, como también se le suele llamar, logró extenderse por Asia Menor, una parte de Turquía, los Balcanes, y el sur de Rusia, llevando en cada lugar un nombre distinto. Los marineros la adoptaron con particular arraigo, y la dieron a conocer en los puertos bajo el nombre de Naftiko.
Más tarde, en 1964, Mihalis Kakogiannis, mejor conocido como Michael Cacoyannis, dirigió la película Zorba el griego, basada en la novela homónima de Nikos Kazantzakis, y protagonizada por Anthony Quinn y Alan Bates. La película comienza cuando un escritor inglés llamado Basil (Alan Bates) está en un puerto de Atenas esperando para tomar un barco hacia Creta, a donde se dirige con la intención de reabrir y hacerse cargo de una vieja mina ubicada en unas tierras que le pertenecían a su padre. Mientras espera, conoce a Alexis Zorba (Anthony Quinn), un hombre mucho mayor que él, pero también mucho más apasionado y jovial, quien, casualmente, tiene experiencia como minero. Gracias a esta coincidencia, después de hablar durante un rato, ambos deciden ir juntos a Creta a trabajar en la mina. Cuando llegan ahí, se dan cuenta de que ésta se encuentra en pésimas condiciones, y que restaurarla les costará mucho más trabajo del que esperaban.
Hay dos escenas de este filme en las que la danza juega un papel importante: en la primera, después de un día de trabajo bastante pesado, Zorba regresa a casa eufórico porque se le ha ocurrido una brillante idea con la cual podrán hacer funcionar la mina; antes de darle a Basil cualquier explicación sobre el motivo de su euforia, comienza a bailar, y cuando, después de unos minutos, sale de su éxtasis, cuenta que bailar es lo que él hace cuando está a punto de reventar de alegría o de dolor.
La segunda de estas escenas, es también la última de la película, en la cual, después de presenciar el rotundo fracaso de la idea de Zorba -lo que implica para Basil la pérdida de su negocio, su dinero, y su único motivo para permanecer en Creta-, ambos, derrotados, se encuentran sentados sobre unas piedras, y Zorba le confiesa a Basil que, en su opinión, éste último es un hombre que lo tiene todo, excepto locura: “El hombre tiene que estar un poco loco, si no nunca se atreve a cortar la cuerda y ser libre”, le dice. Basil se queda pensativo, y después de unos segundos, reacciona pidiéndole a Zorba que le enseñe a bailar.
Para esta última escena, el coreógrafo y bailarín griego, Giorgos Provias, creó la coreografía a la que actualmente se conoce como Sirtaki, y que está basada en la antigua danza de los carniceros, el Hasapiko. Se cuenta que el actor Anthony Quinn tenía una fuerte lesión en la rodilla cuando se filmó la escena, y que, debido a ese hecho, meramente accidental, uno de los rasgos característicos de esta coreografía consiste en que, al hacer ciertos pasos, se debe arrastrar un poco la pierna.
Podemos decir entonces que, en sentido estricto, a diferencia del original Hasapiko, el Sirtaki no es una danza tradicional griega. Sin embargo, gracias a su belleza y a su simplicidad, a partir del estreno de Zorba el griego, ésta se popularizó rápidamente hasta convertirse en un ícono de la cultura popular griega. Hoy en día, las representaciones del Sirtaki son muy comunes, a modo de atracción turística, en las tabernas y eventos de entretenimiento de los barrios griegos. Además, se ha vuelto parte del repertorio de bailes favorito de maestros de educación básica de varios países, que enseñan la coreografía a sus alumnos para presentarla en los festivales escolares; gracias a lo cual, muchos adultos y niños de todo el mundo la conocen y saben cómo bailarla. Por ello, podemos sumar al de los maestros, a la lista de los gremios que han estado vinculados al Zorba a lo largo del tiempo.
Por su historia, que atravesó las vidas de militares, carniceros, marineros y maestros, creo que, si esta danza y el mérito por su creación y divulgación, pertenecen a alguien, es a los trabajadores. A aquellos que -al igual que Zorba, el minero griego- poseen trabajos que no necesariamente están relacionados con el mundo de la danza; y que, sin embargo, bailan… para no reventar de alegría, de dolor, de estrés o de cansancio. El Sirtaki pertenece a aquellos en cuyo interior, aún después de terminar la intensa jornada de trabajo (peleando y entrenando, cortando carne, navegando, enseñando en las aulas…), hay un fuego tan intenso que los hace querer devorar el mundo y seguir luchando… y hay locura, esa pequeña dosis de locura que impulsa al ser humano a ser libre y bailar.
Referencias
Conejero López, Alberto. Carmina Urbana Orientalium Graecorum. Poéticas de la identidad en la canción urbana greco oriental. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2008.
Shay, Anthony. Ethno Indentity Dance for Sex, Fun and Profit. Staging Popular Dances Around the World. Claremont: Palgrave Macmillan, 2016.
Zorba el griego. Dir. Mihalis Kakogiannis. Perf. Anthony Quinn, Alan Bates, Irene Papas, Lila Kedrova. Twentieth Century Fox Film Corporation, 1964. DVD.