Entre el 80 y 90 por ciento de los edificios construidos en las ciudades mexicanas no han sido diseñados por arquitectos.
La arquitectura es mucho más que una discusión estética. Creo que la experiencia de habitar y la relación del hombre con los objetos que lo rodean como una forma de ubicarse y orientarse en el mundo, dice más sobre su motivo originario y nos acerca más a entender su esencia, si nos preguntamos sobre los modos en que se da esta relación. No pretendo hablar sobre la esencia de la arquitectura, pero sí creo que al ser ésta un quehacer del hombre para el hombre, en las relaciones entre el objeto construido y la sociedad, es posible encontrar un punto de análisis sobre su éxito o fracaso en su cometido primario.
Me atrevo a decir que entre el 80 y 90 por ciento de los edificios construidos en las ciudades mexicanas no han sido diseñados por arquitectos. Es más, hay comunidades que no saben con exactitud cuál es la labor de un arquitecto. Un ejemplo de esto lo dio el arquitecto Marcos Betanzos cuando preguntó a algunos habitantes del Bordo de Xochiaca qué era un arquitecto y prácticamente ninguno supo cómo responder. Nos hemos convertido en –si no es que siempre hemos sido- una profesión un tanto elitista que sólo está dispuesta a hacer para quien puede pagar, dejando que la capacidad de habitar un espacio digno sólo sea fortuna de unos cuantos. En este país las ciudades emergen como pueden, con lo que tienen, y sin arquitectos. Vaya, hasta en cuestiones administrativas y de planeación, el papel del arquitecto es rebasado por el del urbanista y sus equipos multidisciplinarios. Me atrevo a decir que esta ausencia de involucramiento es en parte así porque el arquitecto se ha vuelto un tanto ensimismado en su profesión y sus propios campos de reflexión y discusión, dejando poca atención o interés hacia nuevos alcances. De igual forma, el papel del arquitecto dentro del gremio ha sido bastante exclusivo y separatista. Por generación, hay un escaso número de “arquitectos estrella” que resultan ser el foco de atención en las discusiones sobre la arquitectura contemporánea nacional, y pareciera que son éstos los que trazan el rumbo de la historia. En muchos casos esto puede ser cierto, pero ¿qué pasa con los arquitectos que se mantienen fuera del foco de atención? A menudo son éstos los autores de un mayor número de obras en las ciudades.
Yo considero que una forma de desmitificar la arquitectura y la figura de los arquitectos es hablando de los olvidados, o de aquellos que alguna vez fueron importantes y ahora se ha perdido su presencia en el imaginario histórico de la arquitectura mexicana. Estos arquitectos han contribuido de alguna manera a la imagen de las ciudades, sin que sus obras se conviertan en museos u objetos de culto. La intención es sensibilizar al lector sobre la sutil presencia de obras de arquitectura que pasan desapercibidas en la Ciudad de México, y en algunos casos, en otras ciudades del país, pero que son parte importante de la identidad de un barrio o colonia urbana. He de hablar más sobre la Ciudad de México porque la habito, y podríamos decir que es mi campo de estudio inmediato. Estas obras “escondidas” también serán elegidas por tener alcances que van más allá de ser un objeto atractivo o interesante. Sus externalidades servirán para ejemplificar las capacidades de la arquitectura de salir del campo de análisis propio de la profesión, para tener efectos: sociales, económicos, culturales o incluso científicos.
Trayendo delante estos edificios, contribuimos a humanizar la labor del arquitecto y lo posicionamos en un contexto cotidiano. De esta manera, es más sencillo invitar a la reflexión sobre las formas de recuperar el papel del arquitecto como aquel que contribuye a tejer su sociedad.