El lenguaje de la Danza Clásica Jemer comprende 4500 gestos, de los cuales, se creía que los fundamentales habían surgido de la purificación de la mente de los dioses

El Imperio Jemer tuvo lugar en el territorio que actualmente ocupan el Reino de Camboya y una buena parte de Tailandia, Laos y Vietnam, entre los siglos IX y XV. Surgió alrededor del año 802, cuando el joven rey Jayavarman II se proclamó a sí mismo “emperador del mundo”. Su época dorada comenzó con el reinado de Suryavarman II, quien gobernó entre 1113 y 1150, y a quien se atribuye la construcción del gran templo Angkor Wat, ubicado en Angkor, capital del imperio desde la última década del siglo IX. Este templo es considerado como la apoteosis de la arquitectura clásica jemer.

Los primeros contactos culturales de esta civilización surgieron de su relación con la India. Por medio de ésta, los jemeres fueron introducidos al hinduismo y al budismo, religiones entre las cuales oscila su historia; aprendieron su iconografía y su arte, el cual -hay quienes consideran- incluso mejoraron, al darse cuenta del gran talento artístico que poseían.

El hinduismo llevó a los jemeres varias de las que serían sus principales y más veneradas deidades y figuras míticas: entre ellas, los dioses Visnú, Krishna y Shiva; y Apsara, una categoría de divinidades femeninas en la que se basó toda la concepción y la práctica de la danza de corte real en este antiguo imperio.

Según la mitología hindú, en tiempos muy antiguos, cuando el mundo estaba en caos, hubo una larga guerra entre los asuras (deidades sedientas de poder) y los devas (deidades benévolas). Los dioses Brahma, Visnú y Shiva los convencieron de terminar la guerra con una competencia que consistía en batir un océano de leche en busca del néctar de la inmortalidad. Durante la competencia se produjeron grandes olas y burbujas, a partir de las cuales se formaron varios objetos y criaturas extraordinarias, entre ellos, el néctar de la inmortalidad, y las apsaras, hermosas ninfas que realizaban danzas sobre la superficie del océano.

Gracias a una intervención de Visnú, los devasganaron la competencia, tomaron el néctar de la inmortalidad, y se llevaron a las bellas apsaras al reino celestial de su rey, el dios Indra, donde éstas se convirtieron en consortes de los gandharvas, guardianes de la música. Ahí las ninfas bailaban la música realizada por estos últimos en los palacios de los dioses para traerles alegría.

No se sabe con exactitud cuándo surgió la danza de corte real del Imperio Jemer, conocida actualmente como Danza Clásica Jemer, o Ballet Real de Camboya, pero se cree que su desarrollo fue paralelo al desarrollo social de Angkor, cuyo templo principal, el antes mencionado Angkor Wat -dedicado a Visnú- tiene alrededor de 1737 apsaras o ninfas celestiales esculpidas en sus muros.

La Danza Clásica Jemer (que, aunque comparte el nombre, no es similar al tipo de danza que típicamente conocemos como ballet) consiste en la representación de los episodios de algunos poemas épicos tales como el Ramayana, y se caracteriza por la gran variedad y delicadeza de gestos ejecutados con las manos. Tradicionalmente, esta danza era realizada exclusivamente por mujeres, quienes, durante las ceremonias reales y religiosas, bailaban en los templos de Angkor la música producida por los músicos –únicamente hombres- de la corte real; tal como, de acuerdo con la mitología, las apsaras bailaban, en los palacios de los dioses, la música ejecutada por los gandharvas. Las representaciones también podían tener lugar en bodas, funerales, coronaciones y otras fiestas jemeres.

Las bailarinas eran consideradas mensajeras entre la tierra y el paraíso, y se creía que eran mitad humanas y mitad diosas. Debían poseer características similares a las que se le atribuían a las ninfas: ojos tan hermosos como las flores de loto, labios extremadamente atractivos, cuerpos delgados, voz dulce, una actitud encantadora, y gestos llenos de gracia; pero, sobre todo, debían poseer una mente pura, pues, sólo así podían elevarse al grado de servidoras de los dioses, y tener una comunicación directa con ellos.

El lenguaje de la Danza Clásica Jemer comprende 4500 gestos (¡sí, cuatro mil quinientos!), de los cuales, se creía que los fundamentales habían surgido de la purificación de la mente de los dioses. Este lenguaje simboliza toda una concepción de la vida, según la cual, la ley de la naturaleza es que toda vida debe pasar ordenadamente por el nacimiento, la evolución, la madurez y la muerte; conduciendo esta última, no a un final, sino a un nuevo inicio de todo el ciclo. Cuatro de los gestos más básicos del lenguaje simbolizan, respectivamente, cada uno de esos momentos del círculo de la vida.

Actualmente, las bailarinas que estudian para volverse profesionales, son entrenadas diariamente desde pequeñas para adquirir, entre otras habilidades, una gran flexibilidad corporal general, pero particularmente en las manos, con las que deben ser capaces de hacer ciertos movimientos totalmente antinaturales, como, por ejemplo, doblar los dedos hacia atrás hasta tocar la parte superior de la muñeca; con lo que obtienen la agilidad para ejecutar todos los gestos manuales que la danza requiere. También deben entrenarse, física y mentalmente, para ser capaces de ejecutar cada gesto a la perfección y expresar con cada uno el sentimiento indicado, de modo que la audiencia pueda entender el significado de la danza, y así ellas puedan cumplir con el viejo cometido de las apsaras: traer alegría a quienes las ven bailar.

Entre 1975 y 1979 el régimen de los Jemeres Rojos acabó con la vida de alrededor de 1.7 millones de personas. El 90% de los artistas de la época murieron en ese exterminio, conocido como “el genocidio camboyano”. Al igual que el resto del pueblo de Camboya, los artistas han trabajado arduamente para recuperar su historia y sus tradiciones, que les fueron arrebatadas junto a las vidas de sus coterráneos. El Ballet Real de Camboya, que actualmente se considera símbolo del alma y la identidad de dicha nación, poco a poco ha logrado restablecerse, y en 2003 fue proclamado por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

Finalmente, existe una pregunta que ha inquietado a más de un autor: ¿por qué la Danza Clásica Jemer era ejecutada exclusivamente por mujeres? Hay quienes responden que se debía a que la mujer, cabeza de la familia y símbolo de pureza, prosperidad y alegría en la cultura jemer, era considerada como un ser superior al hombre, y sólo ella podía alcanzar el rango de intermediaria entre los dioses y los seres humanos. Sin embargo, aunque es cierto que hubo un tiempo en que la mujer era concebida de ese modo por la civilización jemer, hay evidencias de que, durante la época dorada del Imperio, esa concepción había sido reemplazada por una que ponía a la mujer al mismo nivel que el hombre, e incluso a veces, le asignaba un rol pasivo al lado de éste.

Considero que la respuesta a esa pregunta es una mucho más grata que cualquiera que tenga que ver con la superioridad de un género sobre el otro: los jemeres, apasionados aprendices de las leyes de la naturaleza, habían aprendido (como algunas de sus esculturas revelan) que ésta se compone de pares de elementos aparentemente opuestos, que a veces están separados, y otras veces unidos, pero que, de una u otra forma, siempre trabajan juntos para crear una armonía en el mundo. Habían visto que la naturaleza contiene una parte de agua y una parte de tierra, y que sabiamente les brindaba una época de lluvia y una época de sequía, y que los dioses habían puesto en el universo mujeres y hombres… danza y música. Ahora bien, que la música correspondía a los hombres, y la danza a las mujeres (y a no al revés), no era otra cosa, sino el orden que los jemeres habían aprendido del mito sobre el reino celestial de Indra, en el que la música de los gandharvas era complementada por la danza de las encantadoras apsaras.

Referencias

Dieulefils, Pierre, Ruins of Angkor, Cambodia in 1909, River Books, Bangkok, 2001.

Freeman, Michael, Ancient Angkor, Thames and Hudson, Londres, 1999.

Jacobsen, Trudy, Lost Goddesses The Denial of Female Power in Cambodian History, Nordic Institute of Asian Studies, Copenhague, 2000.

Kiernan, Ben, El régimen de Pol Pot: raza, poder y genocidio en Camboya bajo el régimen de los Jemeres Rojos, 1975-1979, Prometeo, Buenos Aires, 2010.

Ministry of Culture and Fine Arts, Royal Ballet, United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization, Japanese Funds-in-Trust, 2008.