Es necesario dejar de concebir a la historia únicamente como el conjunto de hechos pasados de la humanidad. El acontecer histórico no es algo muerto o ajeno, ni algo que podamos parar para detenernos a estudiarlo. Por el contrario, es algo que nos atraviesa, algo que nos abarca

Durante nuestro paso por la escuela, específicamente en las clases de Historia, adquirimos información importante sobre el pasado: fechas, lugares, guerras, personajes, tratados, ideologías e inventos. Este conocimiento, común a todos, nos permite comprender la manera en que llegamos al presente y así interactuar mejor en sociedad. Salgamos, aunque sea sólo por un instante, de esta forma de entender la historia.

Comencemos por hacernos la pregunta: ¿qué es eso que llamamos “historia”? En realidad se trata de un término ambiguo con tres posibles significados. Vayamos por partes. En primer lugar, la historia es todo aquello que acontece a la especie humana. En segundo lugar, la historia es el relato en donde son ordenados los acontecimientos pasados más importantes para un grupo humano. En tercer lugar, la historia es la disciplina humana dedicada al estudio de todo lo relacionado al acontecer y al relato histórico. Profundicemos un poco más.

La disciplina histórica se ocupa de la realidad humana pasada, sin embargo, abarcar la totalidad de dicha realidad es una tarea demasiado compleja, por ello, y para facilitar su comprensión, es dividida en partes, de ellas se encargan las ramas principales de la historia: historia política, historia económica, historia social, historia cultural, historia del arte, historia de la ciencia, historia de las religiones e historia militar, entre otras. Los historiadores se especializan además en combinaciones determinadas de coordenadas temporales: prehistoria, historia antigua, historia medieval, historia moderna e historia contemporánea; con coordenadas espaciales: historia de África, historia de Asia, historia de Europa, historia de América e historia de Oceanía. Para abordar sus temas, hacen uso de las teorías interpretativas y de las metodologías que mejor se adapten a sus respectivos objetos de estudio y formas de entender la realidad. Es sumamente común que complementen sus ideas con el conocimiento producido por otras áreas del saber como la arqueología, la antropología, la lingüística, la sociología, la filosofía, etc.

Existen además tres grandes áreas del conocimiento histórico entre las que regularmente se mueven las reflexiones de los historiadores: la historiografía, la teoría de la historia y la filosofía de la historia. La historiografía es la escritura sobre el acontecer histórico, es también la reflexión sobre los temas, autores, estilos y transformaciones de dicha escritura. La teoría de la historia es la autorreflexión del historiador sobre su labor, en ella, él mismo se interroga ¿por qué digo lo que digo de la historia? ¿Cómo es que la lógica de investigación que sigo, los espacios académicos y sociales en los que me muevo, las dinámicas de trabajo y mi manera de escribir, determinan, afectan y/o posibilitan mi manera de pensar y de escribir la historia? Por último, la filosofía de la historia se ocupa, principal, aunque no únicamente, del sentido que tiene la historia para quien la estudia, de la forma en la que ésta se hace vigente en su vida, para ello se reflexiona detalladamente en torno a los problemas humanos que trascienden épocas y latitudes y que el historiador puede compartir con pensadores del pasado.

La historia como acontecer es mucho más amplia que la historia como disciplina, de hecho, ésta última, aunque en ocasiones parezca olvidarlo, existe siempre dentro de la primera. El relato que aprendemos en la escuela y que denominamos “historia universal” fue construido gracias a una suma de interpretaciones eurocéntricas del acontecer histórico. Se trata pues de una manera específica de interpretar la totalidad de acontecimientos vividos por los grupos humanos europeos a lo largo del tiempo, separando lo digno de ser guardado en la memoria colectiva, de lo indigno. La historia universal narra, a través de una visión progresiva de los acontecimientos pretéritos, el camino que siguieron las civilizaciones occidentales para convertirse en las naciones más avanzadas, en las guías del resto de la humanidad por el camino del progreso. Para ella, los otros pueblos del mundo sólo aparecen, o merecen atención cuando entran en contacto con el proceso histórico europeo.

Para intentar acercarnos a la historia como acontecer total de la humanidad debemos ver más allá de la historia universal, tomarla únicamente como aquello que es: un valioso intento de dar sentido a las cosas, sin necesariamente ser el único posible. Hay que acercarnos a los procesos históricos de los pueblos que habitaron América, África, Oceanía y Asia, y a las formas de vida que desarrollaron. Debemos analizar los problemas a los que se enfrentaron dichas civilizaciones al entrar en contacto con los europeos, y cuestionarnos si en verdad las sociedades globalizadas contemporáneas han hecho desaparecer sus estilos de vida y formas de pensar. Hay que recuperar también el proceso histórico europeo, sólo que desde perspectivas distintas a las tradicionales; aunque suene sencillo, se trata en realidad de algo sumamente difícil de lograr.

Es necesario dejar de concebir a la historia únicamente como el conjunto de hechos pasados de la humanidad. El acontecer histórico no es algo muerto o ajeno, ni algo que podamos parar para detenernos a estudiarlo. Por el contrario, es algo que nos atraviesa, algo que nos abarca; nuestras vidas enteras se desarrollan dentro de él. Asimismo, cuando hayamos completado nuestro ciclo vital individual, el acontecer histórico continuará siendo, de él formarán parte las generaciones humanas futuras. Su único final posible es la desaparición de la especie humana.

Lo ocurrido en el pasado, lo que ocurre en el ahora y lo que ocurrirá en el futuro son algunos de los elementos que conforman el acontecer histórico. Sin embargo, hay otros planos que también forman parte de él, que lo determinan -o pueden llegar a determinarlo- de manera constante: los futuros truncados por los acontecimientos del pasado, los otros presentes que no habitamos y todos los posibles futuros que visualizamos y que guían nuestro actuar cotidiano. Por lo tanto, la historia como relato, y como disciplina, no sólo debería ser relativa al pasado sino, relativa al existir, tanto posible como real, de la humanidad en el espacio-tiempo.

Nuestra forma de habitar el mundo y de convivir con otros seres humanos depende de la manera en que nos apropiemos del acontecer histórico. Si bien es cierto que el pasado no puede ser modificado, la interpretación que de él tenemos sí puede serlo. Una reinterpretación del pasado con una carga valorativa distinta puede incidir de manera completamente nueva en nuestro pensar y actuar cotidiano. Es -y será siempre- posible construir versiones de la historia que vayan más allá de lo universal, en donde, al asumirnos verdaderamente como parte del conjunto humano y como habitantes del mismo planeta, podamos: sentir la historia de todos los pueblos (extintos, existentes y por existir) como si fuera la nuestra propia, abrirnos a la comprensión y recuperación de formas distintas a la nuestra de entender la realidad y de esa manera construir formas desconocidas de coexistencia.

Es esta la perspectiva de nuestra sección, en cada artículo partiremos de temas “históricos” puntuales, aprovechando discusiones valiosas desencadenadas en el seno de la disciplina histórica, para reflexionar en torno a la posibilidad de ver más allá de la historia universal y de moldear nuevos tipos de conciencia histórica que inviten al cuestionamiento de aquellas que actualmente predominan. ¡Sean todos bienvenidos!